ABANDONO. Las viejas viviendas se encuentran abiertas y en un estado lamentable.
Jerez

La calle del olvido está a cinco minutos del centro

Los vecinos de Las Viñas esperan desde el año 1985 que se adecente la vía Valdepajuela, hoy totalmente abandonada

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A cinco minutos del centro, junto a una de las zonas que más se ha revalorizado en los últimos años -gracias al Campus de La Asunción y el estadio municipal de Chapín- y a escasos metros la fábrica de botellas, en plena barriada de Las Viñas, existe una calle totalmente abandonada que con el paso del tiempo se ha convertido en el refugio de toxicómanos y sin techo. Es la mal llamada calle Valdepajuela, un rinconcito donde ni el asfaltado, ni el acerado, ni el alcantarillado, ni el alumbrado público existen desde hace más de dos décadas.

Pasear por esta vía es adentrarse en el olvido. En ella decenas de casas deshabitadas aún conservan algunos objetos personales de sus antiguos inquilinos esparcidos por el suelo. «Antes vivían en esta calle unos 40 vecinos, pero con el tiempo han ido vendiendo sus propiedades a una inmobiliaria que pretende construir aquí una nueva urbanización», explica el presidente de la asociación de vecinos de la zona, Agustín de la Flor. Él, junto a los integrantes del colectivo que defiende los intereses de este mítico barrio, ha luchado para que «esta calle sea urbanizada de una vez. De hecho, en los años 80, los residentes de esta vía constituyeron su comunidad de propietarios para defender esta iniciativa e incluso llegaron a contratar a un abogado que en la actualidad sigue defendiendo este proyecto».

En las viviendas vacías se pueden ver colchones, carros llenos de chatarra y papelas de droga, además de un elevado número de desechos que «son altamente inflamables», algo que preocupa, y mucho, a los vecinos de Las Viñas, ya que «el pasado viernes hubo un incendio en uno de estos inmuebles y tememos que esto se repita», comenta Agustín con notable preocupación.

Durante el recorrido por la calle Valdepajuela, además de andar con cuidado debido a los enormes charcos que se conservan en ella tras las últimas lluvias, se observa las instalaciones de lo que hace unos años llegó a ser Alimentación ZASSL. En ellas aún se conservan las pizarras donde sus empleados anotaban el precio de los productos que iban a ser comercializados. Máquinas de escribir en las antiguas oficinas y grandes cámaras frigoríficas se entremezclan con el musgo y los insectos que se han apoderado del lugar.

Un poco más arriba de esta corredera, un antiguo casco de bodega donde se celebraban grandes festejos se encuentra totalmente destrozado. La vieja barra del bar, los aseos y lo que fuese la pista de baile requieren de la imaginación para ser detectados. «Aquí hemos llegado a tener reuniones con los representantes municipales para haber qué soluciones le dábamos a esta calle y mira cómo está ahora todo», se lamenta Agustín. «En el PGOU del año 85 se especificaba la urbanización de esta calle, en el nuevo se recoge también. Esperamos que pronto sea urbanizada, ya que nos han asegurado que sólo falta la aprobación de la Gerencia para ello», insiste el representante vecinal.

La situación actual de la zona hace que en ella se haya producido algún que otro altercado que «siempre ha sido puesto en conocimiento de las autoridades competentes». «Hasta estas ruinas hemos traído a Pedro Pacheco, a María José García Pelayo y a Pilar Sánchez, además de a los correspondientes delegados que podían hacer algo para acabar con este problema. Desde el año 85 hasta ahora ninguno de ellos ha sido capaz de poner fin a las demandas de un barrio que no comprende cómo en pleno casco urbano existe una calle que parece pertenecer a una ciudad tercermundista», sentencia el también vicepresidente del Observatorio Ciudadano.

Como ocurriera en el barrio fantasma ubicado junto a la barriada de Las Flores, el silencio en esta zona de Las Viñas hace que junto a la oscuridad de la noche «esto sea una auténtica boca del lobo». De hecho, a pesar de que a través de este tramo se llega en apenas unos minutos desde la ronda de los Viñedos hasta la fábrica de botellas, la mayoría de los vecinos optan por un camino alternativo.

Una realidad que «esperemos que llegue pronto a su fin».