ACOMPAÑADA. Rocío Vázquez, en el centro de la imagen, aparece flanqueada por su madre y su pareja sentimental.
Jerez

«Aún no me he visto la cara»

La joven jerezana que perdió un ojo por un petardo atendió ayer a LA VOZ tras pasar en la UCI desde Fin de Año

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A Rocío Vázquez le destrozaron la vida al mismo tiempo que le destrozaron la cara. Pero saldrá adelante. El brillo de esperanza y fuerza que desprende su ojo sano, el que no tiene tapado por un aparatoso vendaje desde Fin de Año, delata que esta joven jerezana superará los abrasadores efectos de la noche en la que un desaprensivo le disparó un cohete al rostro.

La misma noche en la que cayó desmayada, con el proyectil aún hundido en su carne, para no despertar hasta una semana más tarde, en la última habitación del área de Cirugía Plástica del Hospital Puerta del Mar. «No recuerdo nada del momento en el que me dio el cohete. Desde siempre me han dado mucho miedo los petardos. Mi hijo de cinco años estaba fuera y salí a protegerlo, pero sin pensar que hubiera mucho peligro. Fue entonces cuando vi una luz y perdí el conocimiento. No sentí nada», explica la afectada.

La madre

La visión de su madre, Francisca Márquez, complementa lo vivido por Rocío. «Escuché el ruido y al mirar sólo vi mucho humo. Recuerdo que en ese momento, le comenté a alguien que los que tiraban los petardos iban a acabar haciendo daño a una persona. Entonces, vi a mi hija, desplomada sobre un coche y llevándose la mano a la cara. Fue horrible», describe Francisca haciendo una mueca.

Entre la noche de Fin de Año y el pasado martes, Rocío tuvo que ser sometida a varias intervenciones quirúrgicas para reconstruirle toda la parte izquierda de su rostro. Trescientos puntos y la colocación de placas con los que estabilizar la estructura ósea son sólo algunas de las complejas operaciones que Rocío ha tenido que padecer por la irresponsabilidad de una persona aún no identificada.

Sin embargo, el dolor, la confusión y la incertidumbre no han conseguido que Rocío pierda la perspectiva, ni las ganas de vivir sin desear nada a malo a nadie. «Claro que quiero que cojan al que me hizo esto, pero antes prefiero que me ayuden. Tengo un hijo y tenía un trabajo que ahora no podré realizar. Sólo quiero salir adelante con mi hijo y que me ayuden a dejarme la cara lo mejor posible. Me han ofrecido un psiquiatra para ir haciéndome a la idea de cómo me han dejado la cara, pero he dicho que no me hace falta, que sólo quiero tirar para adelante con mi hijo», dice segura de sí misma.

Su hijo es su motor

Su pequeño es para ella el motor que le impulsa a no desesperarse a pesar de las trágicas consecuencias que le ha dejado la explosión del petardo. Un niño que todavía no ha podido ver a su madre y al que su padre, Raúl Villa, lleva varios días intentado preparar para el impacto de contemplar a su madre herida. «Mañana (por hoy) voy a ver a mi hijo, que es lo más importante en mi vida, y eso me alegra bastante. Es un chico muy tímido y me da un poco de miedo que se asuste al verme».

No cabe duda de que la situación de Rocío es difícilmente aceptable. Su compañero sentimental de toda la vida es el primero que no acaba de creerse lo sucedido. «Cuando me lo dijeron pensé que era una broma y aún ahora, mirándola, me cuesta trabajo aceptarlo. Ha tenido mucha mala suerte, nunca te imaginas que puedan pasarle este tipo de cosas a las personas a las que quieres», explica Raúl todavía incrédulo con lo sucedido.

Los Reyes

Rocío ríe cansadamente, aún afectada por los potentes sedantes que le han suministrado durante los días que ha pasado en la UCI, pero contenta de volver a ver a sus familiares y amigos más cercanos.

«Por aquí ha pasado un montón de gente. Me han traído los Reyes con unos días de retraso, pero se agradece igualmente. Nunca hubiera pensado que tanta gente se interesaría por mí y eso anima bastante y te dan ganas de volver a casa», afirma la joven jerezana.

Su deseo puede cumplirse pronto. Si todo va bien, en un par de días la trasladarán a una clínica privada de Jerez. Allí podrá seguir demostrando que también se puede sonreír a la adversidad. Y continuará con la lucha diaria, como ella misma dice, de salir adelante con su hijo, lo más importante que tiene y el motor de su vida.

restevez@lavozdigital.es