NOMBRE. Cuentan que en esta vía vivieron generaciones del linaje de los Figueroas y que en la puerta de la casa de esta familia existía un escudo con cinco hojas.
Jerez

La grandeza de la Higuera que llegó a ser calle

La calle Higueras une desde hace más de tres siglos dos lugares tan conocidos como Las Angustias y la calle Medina

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Seguramente sería justo en el corazón de la calle estrecha donde debía de estar la gran higuera. Eso, al menos, es lo que cuenta la tradición o la leyenda de Jerez. Sin haberse comprobado nunca la existencia del ficus que da las ricas brevas, la leyenda de la ciudad sigue buscando otras explicaciones al nombre de la calle. Se sabe que en ella vivieron generaciones del linaje de los Figueroas, y que en el escudo nobiliario se pueden advertir cinco hojas de higueras. Estas cinco hojas recuerdan las cinco doncellas que algún Figueroa salvó de la mano de los moros, escondiéndolas tras unas higueras. Y que cómo en la puerta de la casa del noble linaje existía un escudo con las hojas, las gentes comenzaron a llamar a la calle como higuera. Pero como no existen dos sin tres, la tercera de las posibles razones del porqué tomó este nombre la calle, la tomamos de una especie de desinencia del apellido Figueroa. Pasaría a llamarse Figueras, y de aquí Higuera por el cambio de la f con la h, tan propio del romance castellano. Así, al menos, lo razona Agustín Muñoz.

De la dulzura de las brevas poco queda ya en la calle. Un lugar tranquilo y apropiado para que aquellos que necesitan apoyo en los estudios atornillen bien los codos. Para eso está José Ramón Grela con su academia de estudios. «Llevamos dos años en la calle, antes estábamos en Honda», comenta Grela desde la recepción. Las paredes huelen a gasolina. Se trata de la gran afición al motociclismo de José Ramón que le lleva a decorar las paredes con grandes fotos de sus ídolos sobre dos ruedas. «Preparamos a todo tipo de alumnos, desde universitarios hasta bachillerato y ESO», comenta. Vacaciones en compañía, aprovechando el tiempo perdido en las horas escolares.

Justo enfrente está el hotel Serit. Lo fundó hace dieciocho años doña Emilia Acosta Jiménez, aunque su director gerente es Juan Manuel Vallejo. «Tenemos treinta y seis habitaciones en el hotel», comenta Vallejo. Un hotel que sustituyó a un viejo hostal que hace muchos años sufrió un derrumbe con tragedia incluida. «Eso fue hace muchos años y, por supuesto, nosotros llegamos después. Los más viejos de la calle te podrían contar», subraya Juan Manuel. Hotel coqueto y acogedor que mantiene sus tres estrellas relucientes.

Diego Romero Gallardo lleva toda la vida en el número nueve de la calle. Arreglando zapatos maltrechos. «Yo también estuve en el gremio de la prensa. Así que aquí los periodistas son bien recibidos», comenta con gratificante tono. Reconfortados por estar como en casa, Romero nos cuenta que trabajó en La Voz del Sur. «Hacía de todo. Desde recados hasta embuchar periódicos». Por las mañanas, aprovechaba para abrir el negocio de la zapatería. «Yo he seguido con la tradición familiar. Mi abuelo, mi padre todos zapateros», afirma. Y de fondo, la Esperanza de la Yedra que está inmortalizada en varios carteles que decoran la zapatería. «Soy hermano de toda la vida. Mi padre fue hermano fundador de la cofradía y para mí, la Virgen es lo más grande», subraya.

Músicas

El número once es una casa con empaque. Fue allí donde vivió el doctor Durán González, y un poco más allá, está el conocido taller de afinación de pianos. De todo ello nos iba a informar doña Paquita, que vive en el número ocho, pero Paquita se ausentó a la hora de llegar y se quedó sin párrafo en este reportaje.

A piano no suena. Más bien a flamenco que sale de la puerta de cristales del dieciocho. Es la platería Dávila que regenta Benjamín Almagro, gran aficionado al cante jondo y que no deja de sonar de un cassette mientras la plata se derrite. «De toda la vida he estado con la plata y el oro. Además también reparo y hago relojes de pared», comenta Benjamín. Viejos relojes cuelgan de la pared. Benjamín comenta que «para mí la calle es mi lugar de trabajo. Muy tranquila y muy antigua. Pero ya te digo que entro en mi platería, echo mis horas, y salgo tal y como he venido».

El hostal Las Palomas está en el diecisiete. El patio central quedó bastante bonito. Los azulejos de tipo morisco rodean la entrada. Hace seis años que el alemán Christian Schmolck, restauró la casa para darle un nuevo aire al negocio. Lo acababa de comprar y, al parecer, le hacía falta un buen repaso de chapa y pintura. Schmolck viene poco por Jerez. Su persona de confianza y encargada de llevar adelante este hostal que es uno de los más antiguos de Jerez, es Ana Moreno. Es justamente Ana quien comenta que «tenemos treinta y seis habitaciones y creo que ofrecemos a los clientes que nos visitan una casa de corte andaluz, muy típica. Es uno de nuestros referentes, vender algo muy de aquí». Sólo le falta una fuente de agua en el centro del patio central para que todo el hostal tenga un aire definitivamente andalusí. En cualquiera de los casos, la casa sigue teniendo ese carácter castizo que siempre tuvo el establecimiento desde que hace ya muchos años comenzara a acoger a los forasteros.

Personalidad

La calle Higueras o Higuera, que de cualquiera de las dos formas se ha escrito en su larga historia. Con árbol o sin él, la calle que une Las Angustias con la calle Medina tiene también carácter propio y su estilo definido. También es un lugar con vida en la ciudad. Poco transitada y tal vez desconocida para muchos jerezanos, sosteniendo dos pequeñitas calles sin salida que, sabrá Dios porqué devenir de la vida -con leyenda incluida, muy posiblemente- se denominan Lucena e Imagen. Higueras es la hermana mayor de estas dos hendiduras pequeñas que casi pasan desapercibidas.

La calle y sus huéspedes que salen y entran, pianos que por fin suenan, unos zapatos reparados, una hora de estudios acelerados y un cante por soleá que sale de la radio que sobrevive, todavía, en la platería de Benjamín. Todo es Higueras. Desde la plaza de las Angustias, a la muy conocida calle Medina.