CALLE PORVERA

Un presidente negro

Uno de los mejores docentes que he tenido fue mi profesor de Historia del instituto. A pesar de su fama -sin comentarios- y su actitud -borde, como él sólo- tengo que reconocer que me preparó sobradamente para afrontar una etapa universitaria que se me hizo corta e intensa. Recuerdo una de sus clases en la que hablaba del imperio yanki y en la que afirmaba hasta la saciedad que con Clinton comenzó el principio del fin de una hegemonía que Bush se ha encargado de ratificar a base de una política internacional llena de muertes innecesarias.

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Por ello, tal vez, el pueblo norteamericano, con derecho a voto, empieza a ser consciente de que necesita un cambio de forma urgente. Y qué cambio... Personalmente me encantaría ver a un negro sentado en el despacho oval. Hasta la fecha esto sólo era posible en alguna que otra película o libro de ciencia ficción, pero Obama tiene serias posibilidades. Cuando veo en las noticias a este abogado que ha dado una paliza simbólica a la señora Clinton y al que muchos llaman la gran esperanza blanca -vaya paradoja- no puedo evitar acordarme de la lucha de miles de personas como Rosa Parks, quien se negó a ceder el asiento a un blanco y moverse a la parte de atrás del autobús -como dictaba la ley de la época- en el sur de los Estados Unidos. Ella fue encarcelada pero encendió la chispa del movimiento por los derechos civiles en ese país.

Obama puede ser una auténtico revulsivo para una sociedad que vio nacer al Ku Klux Klan y donde las minorías siguen sufriendo una fuerte discriminación. No obstante, habrá que esperar para ver si es él el candidato a la presidencia de los EE UU por el partido demócrata y si gana los comicios para iniciar una nueva etapa en la Casa Blanca.