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De Bustamante a Valdivia

Hoy viernes, se clausurara en la Fundación Ortega Bru de San Roque una sorprendente exposición de la obra reciente de Rafael García Valdivia (Cádiz, 1942), tan sagaz como desconocido pintor gaditano más allá de las fronteras del Campo de Gibraltar, donde reside desde antigua y en donde ha ido dejando testimonio personal, desde la inauguración de la primera galería de la zona, que se llamó Carteia, a la revista Almoraima, del Instituto de Estudios Campogibraltareños.

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Esta potente colección de acrílicos sobre lienzo supone la puesta de largo de una nueva visión plástica, que delata mayor tiempo libre y mayor sabiduría a la hora de enfrentarse a una secuencia cromática, tan audaz como coherente, que se basa en un valiente contraste de motivos, desde el paisajismo o los bodegones tradicionales, al constructivismo, cubismo y otros ismos del siglo antepasado. Toda esa dispersión de pretexto aparece hermanada por un icono corporativo, una extraña figura geométrica que aparece en cada cuadro, un poliedro que nos permite seguir la pista de lo que nos relata su pintura: marinas idílicas, construcciones terribles o chimeneas que parecieran amenazarnos. A ese hilo conductor de su imaginario, García Valdivia le llama «codena». Se trata de una figura que ha ido tomando cuerpo a tenor de una búsqueda íntima en la que comenzó siendo otra cosa, quizá el asa de una taza de té.

Había que ponerle nombre y él lo buscó en su memoria: «codena» era una palabra ambigua que -a la manera que Alfred Hitchcock usaba sus mcguffin- servía para asuntos tan diversos como darle mote a sus profesores adolescentes, a partir de que un amigo juvenil, el hijo de una tienda de textiles en el Cádiz profundo, le mordiese la bocamanga al grito de: «Por lo menos tiene 21 codenas». Luego, sabría que la codena es una medida de presión sobre tejidos, pero a pesar de ello no ha dudado en identificar bajo dicha voz a ese elemento sin nombre, enmascarado, que en la exposición a la que hoy echa el cierre, unifica a Juan Gris con Tintín o gangsters de cómics, pero sobre todo con su propia personalidad, no sólo construida a partir de elementos plásticos sino literarios.

Pero si llegan tarde a esta muestra, en la provincia de Cádiz, les quedan otras muchas. Sin salir de la capital, les sugiero dos: el proyecto Cádiz-Amsterdam Viceversa, organizado por la Fundación Saduso (de Amsterdam) y por la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Cádiz puede contemplarse en el castillo de Santa Catalina a partir de una serie de piezas que firman, entre otros, Francisco Almengló, Carmen Bustamante, Pepe Barroso, Manuel Caballero, Manolo Cano, Emotive Project, Pablo Fernández Pujol, Diego Gañir, Sergio Galea, Candi Garbarino, Juan Gómez Macías, Juan Ángel González de la Calle, Juan Carlos González Santiago, Sylvain Marc, Lita Mora, Jaime Pérez Ramos, Luis Quintero, Antonio Rojas, Gonzalo Sicre, Manolo Sierra, Daniel Sueiras, y Miguel Ángel Valencia. Pintura, escultura, fotografía y audiovisual son algunos de los elementos utilizados para echar a dialogar a ambas ciudades.

Hasta mediados de enero el nombre de Carmen Bustamante también figura en la propuesta de la galería Benot, que más oportuna que oportunista, permite que en vísperas de la festividad de los Reyes Magos, quepan realizar regalos mucho más artísticos que una de esas inevitables porcelanas de Lladró. Para evitar sobresaltos, la sala ha apostado esta vez por el retrato realista del que no sólo participa la citada pintora gaditana sino otros tres artistas: Pedro Escalona (Fuengirola), Alejandro Quincoces (Bilbao) y Carlos Morago (Madrid), quien establece un horizonte común a todos ellos cuando pregona: «El objeto sólo es un pretexto para impulsar el proceso artístico». Se trata, sin duda, de un festival figurativo pero sobre todo inteligente. Veinte óleos sobre tablas, en los que se superponen las prodigiosas marinas de la Bustamante con los atrevidos bodegones de Pedro Escalona o la reivindicación de la arqueología industrial de la ría de Bilbao sobre la que pasea la mirada de Alejandro Quincoces.