EL COMENTARIO

Gozoso AVE

Las generaciones maduras de este país recuerdan sin duda que, en los textos escolares, se explicaba que la Península Ibérica era de orografía abrupta, lo que había dificultado históricamente las comunicaciones y, por ende, el desarrollo socioeconómico del país. Los sociólogos políticos han explicado cómo estas características físicas han influido decisivamente, también, sobre el desarrollo histórico-político. La condición peninsular de España, así como lo escarpado de su frontera terrestre, los Pirineos, y lo montuoso del interior nos han mantenido relativamente a salvo de las invasiones, nos han inducido a la reconcentración y han condicionado estratégicamente muchas de nuestras vicisitudes (la Reconquista, la Guerra de la Independencia, etc.).

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Consecuentemente con aquellas descripciones, que dibujaban el marco físico de nuestro país, los movimientos intelectuales progresistas de la modernidad -siglos XIX y XX- abogaron por la lucha contra las limitaciones naturales que impedían la movilidad y el progreso. La llegada del ferrocarril a la península en 1848 (curiosamente, años antes se había construido la primera línea férrea en Cuba) supuso un paso de gigante en el precario despegue español hacia el desarrollo. El resto de la historia es conocido: las perturbadoras vicisitudes políticas de nuestro país le impidieron descollar y España, que no participó en las dos guerras mundiales, llegó postrada y famélica a la última posguerra civil, prendida en las redes de una dictadura que agravó la desorientación ideológica del siglo XX: pasó de la autarquía al desarrollismo liberalizante, y, favorecida por la prosperidad del contexto, entregó a la Transición un tejido económico aprovechable que, ya en democracia, ha florecido hasta la hora presente, en que acabamos de sobrepasar a Italia en renta por habitante.

Y es que, en efecto, la crispación preelectoral todo lo contamina. Las urgencias impuestas por el calendario están viciando la perspectiva de la opinión pública catalana, que, lógicamente airada por los problemas técnicos que ha planteado la gran obra pública, parece no darse cuenta de la espléndida dotación que va a entrar de inmediato en funcionamiento, y que apenas está a cuatro kilómetros de su destino.

En realidad, y puestos a relativizar el presente y el futuro, tiene escasa importancia quién gane las próximas elecciones. Lo importante es que se sigan construyendo líneas de AVE, que se rescaten las dosis suficientes de sentido común para continuar dibujando futuros colectivos a plazos de más de cuatro años y sin vaivenes causados por las saludables alternancias, que los sucesivos gobiernos se percaten definitivamente de que su verdadero papel consiste en facilitar a los ciudadanos su propio progreso autónomo y autosuficiente, y no a intervenir en exceso en las muy creativas libertades de que se sirve la ciudadanía para prosperar

En resumen: lo realmente magnífico de este fin de legislatura es que hemos avanzado sustantivamente en el terreno de los transportes; que en cuatro años se han promulgado leyes reformistas y modernizadoras de gran calado que mejoran las condiciones de nuestra convivencia y nuestras expectativas de futuro; que cada vez es más chirriante el anacronismo de la violencia etarra Lo demás, todo lo demás, es literatura.