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Los 27 Sakozy

Nadie ha querido recordar estos días aquel optimismo desbordante de José Luís Rodríguez Zapatero, aquellas bravatas incluso, en relación con el papel que iba a representar España al ser el primero de los países en aprobar por referéndum la Constitución de la Unión. Quiso adelantarse a todos los demás aprovechando los complejos del pueblo español en cuestiones de política europea y quiso marcar el camino al resto de los países sin caer en la cuenta de las dificultades de la tarea. Las resistencias de las sociedades francesa y holandesa eran bien conocidas. De hecho los resultados no hicieron necesario llegar a la prueba de Gran Bretaña. A partir de los primeros rechazos, la Constitución quedó como un imposible y Zapatero como alguien que sencillamente carece de la información más elemental. El fracaso de aquel sueño fue una nueva demostración de nuestra torpeza diplomática. El Gobierno no sólo no había sido capaz de ver las dificultades que suponía el texto mismo de la Constitución sino que ni siquiera había sabido valorar el rechazo de tantos europeos al hecho constituyente. De este modo, Zapatero arrastró a la sociedad española a un proyecto muerto de antemano e incluso arrastró a la trampa al primer partido de la Oposición.

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Los Veintisiete han renunciado a la idea de una Europa de ciudadanos y han decidido emprender un camino menos retórico pero más hacedero. El que se ha firmado en Lisboa es tan endiabladamente burocrático que ha necesitado tener de fondo la espléndida y simbólica fachada del Monasterio de los Jerónimos.

Al margen del enmarañamiento jurídico del Tratado, que le convierte en un texto inaccesible para legos, cabe reseñar dos hechos políticos, en esta hora fundacional. Por un lado, la renuencia de Gran Bretaña cuya adhesión fue hecha por Gordon Brown en ceremonia posterior; por otro, el protagonismo francés. Por lo mismo Sarkozy tendrá como preocupación prioritaria la adhesión de los británicos al espíritu del nuevo tratado y, en esa línea, tratará de insuflar aires atlantistas a la Unión. El es el nuevo líder europeo del mismo modo que Zapatero queda subsumido como uno más de los Veintisiete miembros. Desairado a causa del fracaso de la Constitución es incluso dependiente de Sarkozy en relación con nuestro gran problema: el terrorismo.