Editorial

Contra la pornografía infantil

La detención por parte de la Policía Nacional de 63 personas en diferentes operaciones contra la pornografía infantil, en las que se ha incautado gran cantidad de archivos de contenido pederasta en todo el país, vuelve a poner sobre la mesa la realidad más oscura de la Red, pero también la importancia de la colaboración de los propios internautas para cortar de raíz estos repugnantes comportamientos. Y es que si bien las investigaciones de esta actuación se iniciaron al detectar distintos sitios web en los que se podía acceder, previo pago, a numerosos archivos de contenido delictivo, fue la denuncia de un particular el detonante que ha permitido la desactivación de la misma.

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La pederastia no es un fenómeno nuevo, ni aquí ni en el resto del planeta, pero si lo es el preocupante incremento de las redes organizadas de estos criminales que aprovechan el enorme potencial de Internet para tejer auténticas estructuras trasnacionales -las actividades de los implicados se distribuían por Alemania, Estados Unidos, Nueva Zelanda y Rusia- en las que cada eslabón desempeña su papel en la cadena con pavorosa eficacia. Sólo en 2006 se produjeron 15 operaciones en nuestro país y este año el número de los detenidos no será, desgraciadamente, menor. Incluso la juventud de los mismos, algunos de tan sólo 18 años, y la reincidencia de varios de ellos -cuatro ya habían sido arrestados por hechos similares- son datos que deben ser tenidos muy en cuenta y analizados en toda su extensión. Porque pensar que existe una comunidad virtual de usuarios registrados que tienen a su disposición películas en las que, entre otros horrores, un adulto somete a abusos a una niña de 10 años y otra de 13 años es vejada por dos de sus propios familiares, es algo que nos obliga a pensar en patologías muy profundas, pero también más ocultas y extendidas de lo que pensábamos. Y en este sentido, la colaboración de un ciudadano que detectó esos tremendos videos, ocultos bajo el epígrafe de una serie de películas de dibujos animados, ha vuelto a demostrar que en el infinito espacio que conforma Internet sólo la solidaridad de una inmensa mayoría de usuarios concienciados frente a estas abominaciones puede poner coto a unos delitos de muy difícil detección por parte de las instituciones.