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Medidas contra la inconsciencia

Coincidiendo con el puente de diciembre, la Dirección General de Tráfico ha estrenado un nuevo paquete de medidas para prevenir los accidentes en la carretera. La más dura, sin duda, de estas medidas, es la que pena con la cárcel la conducción imprudente. Cosa que me parece acertadísima, porque un conductor imprudente es un asesino en potencia, y porque el coche, aún usado con responsabilidad, es una máquina de matar. A pesar de todo parece que no han servido de mucho, ya que este puente se ha saldado con un número de víctimas mortales más alto que el del año pasado.

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Hay otros puntos de la ley que no me resultan tan acertados. Me refiero a aquel que, en un intento de reducir los accidentes entre los menores de edad, instala la nueva edad para conducir un ciclomotor en los quince (en vez de los catorce, como venía siendo hasta ahora). Como si hubiera alguna diferencia entre una edad u otra. Si un adulto hecho y derecho no es capaz de conducir con responsabilidad, aún a riesgo de ir a la cárcel, ¿cómo se puede esperar que un adolescente lo haga?

Es así. Yo recuerdo que, con 15 ó 16 años, iba con mis amigas al espigón de Santa María del Mar, y buscábamos piedras desde las que tirarnos al agua. Cuando la marea bajaba, y las piedras del fondo emergían, nos seguíamos tirando igual, pero haciendo un efecto en el último momento para esquivar las rocas. Ahora lo pienso y se me ponen los vellos de punta. Pero entonces no nos parábamos a pensar, no teníamos, en nuestra cabeza, la sensación del riesgo de muerte en ningún momento.

Esto es aplicable a un crío que se sube una noche en un ciclomotor. Sé que puedo parecer reaccionaria, pero dudo que una persona de 15 años sea consciente de que su vida esté en peligro cuando conduce una moto. Si ni siquiera los adultos, que se supone que tienen conciencia de la muerte, son capaces de ponerse al volante con un mínimo de responsabilidad.