DESPEDIDA. Vídeo en el que Abú Utgman anunciaba su ataque. / AP
MUNDO

Uno de los kamikazes del atentado de Argel era un enfermo terminal de cáncer

El segundo suicida había salido el año pasado de la cárcel gracias a la política de amnistía de Buteflika

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Los dos kamikazes que llevaron a cabo los atentados del martes contra el Consejo Constitucional y la sede de Naciones Unidas en Argel, en los que murieron varias decenas de personas, han sido identificados como un hombre de 64 años y un ex miembro del Grupo Islámico Armado (GIA) liberado y que entró en las filas del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC). El primero de ellos, Rabah Bechla, alias Ibrahim Abú Uthman, era un enfermo de cáncer al que el quedaba poco tiempo de vida.

El otro suicida, Larbi Charef, de 30 año, había salido en 2006 de la cárcel, donde había pasado unos meses acusado de terrorismo. Fue puesto en libertad gracias a la política de reconciliación nacional del presidente Abdelaziz Buteflika, que ha sacado a la calle a más de 2.500 presos. Larbi Charef, no es el único que, tras beneficiarse de esa amnistía, regresó a las filas de Al-Qaida. Otros ya han vuelto a ser detenidos y puestos de nuevo ante la Justicia.

«La política de reconciliación seguirá y hay que empujarla», asegura el politólogo especializado en el mundo árabe Henri Clement Moore, de la Universidad de Texas (Estados Unidos). «No es la primera vez que hay atentados horribles como éstos». «No todos van por ahí poniendo bombas», añade refiriéndose al diálogo de las autoridades con algunos terroristas dispuestos a colaborar.

Pero, frente a ese empuje que considera necesario el profesor estadounidense, Fatima Halaïmia, coordinadora dentro de la Organización Nacional de Víctimas del Terrorismo (Onvtad), levanta su voz airada. «Muchas familias nos hemos quedado fuera de esa política de reconciliación y nuestros procesos permanecen olvidados por la Justicia».

Carta por la Paz

Buteflika ha hecho de la Carta por la Paz y la Reconciliación Nacional, aprobada en referéndum en septiembre de 2005, uno de los pilares de su política. De esta forma quiere cerrar definitivamente los negrísimos años que han mantenido sumido al país en una guerra casi ininterrumpida desde principios de la década de los noventa. Pero, como reclama Halaïmia, no se puede dar carpetazo a los más de 150.000 muertos así como así.

«Esta política de reconciliación es válida para la guerrilla que sembró el terror en los años noventa, pero no para la nueva gente reclutada por los salafistas», los que están atentando ahora, explica el analista político Ihsan El Kadi. Por eso, «hay que readaptar el discurso y, quién sabe, lo mismo con quien tiene que negociar Buteflika es con Bin Laden o con (su segundo) Al- Zawahiri», propone.