Jerez

La cena

Para desgracia de mi bolsillo e incluso de mis pantalones, lo de la tradicional cena de Navidad ha dejado de ser un singular para convertirse en un tremendo plural. Las reuniones para celebrar estas fiestas se han multiplicado de manera espectacular durante los últimos años. Ya no es la cena, ahora son las cenas, pues son variopintas las que se acumulan entre el 17 y el 30 de diciembre.

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Entre la cena de los amigos de toda la vida, los compañeros de la oficina, los del global de la empresa, los del trabajo del año pasado que todavía les tienes cariños, los del mismo gremio, los de el club de petanca que te también te invitan, la de los vecinos de la misma planta, la de la familia de Cuenca o la de antiguos alumnos, la cosa no tiene fin.

A riesgo de ganarme la fama de rácano, tengo que reconocer que es tan complicado buscar fechas en el calendario para cuadrar comidas y cenas, como sacar euros de debajo de las piedras para acudir a todas. Y es que al tratarse de la Navidad, al tratarse de una ocasión especial, no vale aquello de una cenita en el burguer o un tapeo de veinte euros. No, la cosa tiene que ser una comida rimbombante, con su tapeo, con sus buenos solomillos, con sus importantes postres y con sus largas copas.

Es decir, sufren por igual bolsillos y pantalones, pues si cuesta encontrar un centimillo en el fondo del bolsillo, más aún apretarse el último botón de un pantalón que al final de la comida está cerca de estallar. Total, si en diciembre tampoco hay demasiado que gastar. Sólo hay que hacer alguna comprita para regalar a tu madre, a tu padre, a tu tía la de Cuenca, a tu parienta, que si el amigo invisible, que si Papa Noel... CALLE PORVERA