Cultura

Una habitación diabólica, protagonista de '1408'

Promete mucho 1408, cinta basada en un relato del prolífico Stephen King. Y empieza bien, muy bien, introduciéndonos en un misterio absorbente, para caer en picado. Se antoja un cortometraje alargado, un episodio de En los límites de la realidad estirado, esta película dirigida por el sueco Mikael Hafström (Sin control) que protagoniza John Cusack, muy entregado en su papel de reverso escéptico de Iker Jiménez. El protagonista de Alta fidelidad encarna a Mike Eslin, un escritor desencantado que vive de ventilarse sin demasiada pasión libros sobre mansiones supuestamente embrujadas. La mayoría son hoteluchos cuyo mayor reclamo para el turismo son dudosos fenómenos paranormales, anunciados a bombo y platillo en las guías especializadas. El día a día de este cazador de fantasmas, un juntaletras de ficción frustrado, consiste en visitar lúgubres habitaciones, armado con una grabadora y poco más. En ellas pasa la noche, para desvelar si son reales los hechos horripilantes sin explicación aparente que sirven de promoción del lugar.

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Paseo por el terror

Eslin sólo cree en lo que ven sus ojos. Prefiere desacreditar casas encantadas a certificar que existen seres de otra dimensión pululando a nuestro alrededor. Pero su escepticismo se tambalea cuando va a parar a la habitación número 1408 del Hotel Dolphin. El reto que siempre había buscado, best seller tras best seller, por fin llega, pero puede acabar con él. Nadie se atreve a entrar a la suite endemoniada. Todo aquel que ose alojarse en ella, pierde la razón y acaba suicidándose. Las paredes atrapan al inquilino sin remisión, pero ¿qué es lo que ocurre realmente?

Hasta aquí el planteamiento de una cinta de terror llevadera, que casi se alza con el premio del público en la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián. El espectador con ganas de pasarlo mal se contenta con el susto fácil y el efectismo, una opción perfectamente válida. Cuando nos quedamos en un único espacio y se abren las puertas de la percepción, el cuento de terror cojea, por repetitivo y pomposo. A grandes rasgos, la cinta refleja la obsesión de Stephen King por la metaliteratura.