Cartas

Las noticias

Estoy convencido de que en España se desarrollan cada día innumerables acontecimientos de tipo cultural u otra índole que pueden resultar de enorme interés. Pero, al parecer, eso no es noticia. O, si lo es, se deja para los periódicos, para las televisiones locales, o para una revistilla, pero en los canales poderosos de gran audiencia lo único que se emite en los telediarios es lo morboso, y en especial, todo lo que esté relacionado con la violencia. El telediario debería llamarse. Una excelente obra musical o de teatro, novedades científicas de gran interés, información sobre nutrición y salud, o quizás la inauguración de excelentes exposiciones, no es una noticia para el público que se sienta delante de un televisor a enterarse de cómo avanza el mundo que le rodea. Sí lo es, sin embargo, una brutal patada de un pirado mental a una jovencita indefensa. Por lo demás, asesinatos, maltrato, peleas, accidentes, violaciones, atentados, guerras, y otro montón de noticias escandalosas donde prima el dolor, la desgracia, la violencia y la muerte. Y, mientras todo ese repertorio de miserias invade y entristece nuestros hogares sin contemplaciones, curiosamente, y por otro lado, ocurre otra gran desgracia, esta, sin violencia, sin sangre, pero no por ello sin el mismo daño y agresividad, que es la descarada y salvaje subida de los precios. No me sorprende que un presidente que ignora el precio de un café también ignore el descalabro que se está produciendo en la cesta de la compra. Y además, tiene la desfachatez de decir públicamente que España es el país europeo que más ha crecido económicamente en los últimos años. No me extraña, porque si crecer económicamente es estrangular cada día más la economía de los pobres para enriquecer más a los ricos, está claro que lleva razón. Yo, de momento tomaré dos cervezas en casa por cuarenta céntimos en lugar de salir a consumirlas fuera por dos euros cuarenta. Suprimiré los viajes, y gastaré mucho menos en teléfono, gasolina, ropa, etc. Y también, para no tener que soportar la agobiante, engañosa y agresiva publicidad de televisión y sus asquerosos programas de cotilleo y de violencia, procuraré entretenerme más con la lectura, con la radio, paseando o contando unos buenos chistes a unos amigos. Eso, seguro que equilibrará mi nivel de serotonina, la hormona llamada «de la moralidad» que controla nuestra «conciencia», para así evitar caer en esa irritación, agresividad y depresión, que me produce la televisión. Y si alguien, se decide a preparar una gran manifestación contra los precios que nos asfixian cada día, que cuente conmigo, aunque lo dudo, porque eso siempre corre por cuenta de los sindicatos, y esos señores, cuando los que gobiernan son sus amigos, con los que juegan al tenis y con los que se reúnen en las mesas de restaurantes de lujo, se limitan a «rogar» que frenen un poquito la escalada, que la gente ya no puede ni pagar hipotecas, ni salir los dominguitos con el coche. Y encima, tenemos que soportar la hipocresía de los judíos de la banca advirtiendo al gobierno que no permita ni la más mínima subida de los vergonzosos salarios que se pagan en España, porque podría subir la inflación.

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Rafael Franco García. San Fernando