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El hijo de un granjero al poder

La infancia del ganador de las elecciones generales de Australia, Kevin Rudd (1957, Queensland), transcurrió en una granja. Entre sus recuerdos surgen imágenes de él caminando descalzo por el campo y jugando al escondite con sus tres hermanos. Una felicidad truncada con la muerte de su padre, que tras sufrir un accidente de tráfico, falleció semanas más tarde por una infección de las heridas. A raíz de este trágico suceso, su familia fue desahuciada al no ser propietarios de la granja y se vieron obligados a pasar varias noches durmiendo en un coche. Rudd tenía once años y esta situación incomprensible para un niño marcó su devenir político.

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Marcados por la pobreza, su fe católica era lo único que les mantenía en pie. La madre cargó con todo el peso y retomó sus estudios de enfermería. Esa constancia hizo que, al poco tiempo, consiguiera un puesto en un hospital y comprara una casa. Pero hasta que mejoraron las cosas, Rudd reconoce que pasó «dos años de amargura» en un internado católico.

Esos años de dolor le sirvieron para hacerse más fuerte y perseguir sus objetivos. Desde que su madre le regaló con diez años un libro sobre civilizaciones antiguas, sintió un gran amor hacia todo lo asiático. En la Universidad Nacional de Australia obtuvo honores en Historia, especializándose en chino. De hecho, habla con fluidez el mandarín. Durante los estudios, Rudd limpió la casa del comentarista político, Lauries Oakes, para ganar dinero.

En esa época conoció a su mujer Therese, con la que tiene tres hijos. Tras graduarse, ingresó en el departamento de Asuntos Exteriores. «El único lugar donde podía encontrar trabajo con estos estudios», explica. Su corta carrera diplomática le llevó a la embajada de Australia en Suecia, Estocolmo y Pekín. Su esposa, -se casaron en 1981-, jamás se separó de él.

'Doctor muerte'

Pero el destino de Rudd estaba en Australia y dentro del Partido Laborista. En 1988 se encargó de coordinar programas en Queensland. Su talante tecnócrata le introdujo en el Parlamento, donde se ganó su apodo político: el 'doctor muerte' por su carácter decidido.

Este amante de la filosofía y de la música clásica había logrado escalar los humildes peldaños en los que se ubicaba su familia para convertirse en un profesional de la diplomacia. Su ambición y osadía le colocaron en tan sólo cinco años en cabeza de su partido para empezar su campaña electoral extraoficialmente, en diciembre de 2006. En su política están visibles sus raíces y su profunda fe católica. De ahí que sea el líder más conservador de la historia del laborismo.

En ningún momento descuidó sus otras responsabilidades, como mantener su negocio como consultor de China para empresas australianas. Pero sus esfuerzos se concentraron en criticar al Gobierno de Howard, al que ha arrebatado el poder.