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Efectos del mareo

Escribo este artículo cuando vengo de la presentación en sociedad del restaurante Arana, propiedad de Sergio Barbosa Duda el futbolista del Sevilla, que hace unos años fuese uno de los grandes artífices de que el Cádiz, de Carlos Orúe, el de las penurias y los encierros en los bajos del estadio, jugase una fase de ascenso y estuviese a punto de ascender. Lo digo sobre todo para que nadie se llame a equivoco cuando lea el titular.

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El Mareo al que me refiero es la escuela de fútbol del Sporting, esa que de un tiempo a esta parte no saca un futbolista importante y, eso sí, que fue cantera destacada de futbolistas cuando los asturianos militaron en la División de Oro e incluso se codearon con los grandes como en alguna final de Copa que aún recuerdo.

Me hace mucha gracia, y lo digo con todo el cariño del mundo, que la cantera de Mareo sea ejemplo para toda España y que un futbolista como Barral se atreva a cuestionar los métodos que se emplean en el organigrama del Cádiz. Dos cosas me pregunto yo: por un lado, salvo la honrosa excepción del Guaje Villa, que me digan a a mí que jugador del Sporting está triunfando actualmente en el fútbol español. Fue precisamente con la eclosión de determinados yogurines, tipo Maceda, Luis Enrique, Manjarín... cuando los rojiblancos fueron importantes, pero precisamente por eso, porque eran más buenos que los que salen ahora que son discretos sin más, como ocurre con el Cádiz.

Volviendo con Barral. Tienen gracia sus críticas. Tan «injustos» somos en Cádiz como lo han podido ser en Madrid con él, ya que han terminado dándole puerta porque es evidente que está años luz de Butragueño, Alfonso o Rául. Lo suyo quizá sea efecto del Mareo, aunque al que no esté de acuerdo conmigo siempre le dejaré el beneficio de la duda. Nunca mejor dicho.