Quino, referente de toda una generación, ayer en La Bomba. / Ó. CHAMORRO
JOAQUÍN SALVADOR LAVADO 'QUINO' DIBUJANTE

«Siempre fui muy tímido y sentimental, como Felipe»

El creador argentino aseguró ayer en las Presencias Literarias que no puede matar a Mafalda, «sólo borrarla con una goma»

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Entre muchas de sus peculiaridades, nunca ha querido trabajar con un equipo de guionistas por su «fuerte vínculo emocional con los personajes». Creció con Chaplin y Buster Keaton... Toda una generación de seguidores escuchaban ayer embobados -durante las Presencias Literarias de la UCA en el Aulario La Bomba-, sin dejar de sonreir, a Quino (Mendoza, Argentina, 1932), el creador de Mafalda, Felipito, Susanita, Manolito -parodia del capitalismo norteamericano-, Miguelito, Libertad..., niños a través de cuya inocencia plasmó sus propias inquietudes en plena segunda mitad del siglo XX, donde se hacían evidentes de forma simultánea el nacimiento de la sociedad occidental del bienestar y la confirmación definitiva de la escisión económica del mundo.

El moderador y profesor José Marchena planteó la intervención como una «batería de preguntas», que el creador (de raíces andaluzas), manejó a su antojo, dejando perplejos y arrancando las carcajadas de los asistentes a cada momento, con humildad. «Empecé a querer dibujar observando a mi tío, luego decoraba la mesa y mi madre me hacía lavarla», dice y añade: «siempre fui tímido y sentimental; de hecho el personaje de Felipe es autobiográfico. También tienen mucho de mí Miguelito -con esas cuestiones absurdas-, Libertad... Mafalda era muy poco espontánea y a Susanita..., le gustaban los chismes, como a mí. Les tengo cariño a todos». Aunque el abordaje del asunto Mafalda era inevitable, Quino quiso restar polémica, sorprendido por cosas como que en México sostenían que la protagonista de sus historietas había sido atropellada por un camión de sopa, seguramente su peor pesadilla. «Yo no he matado a Mafalda, es un dibujo, en todo caso la podría borrar con una goma». El autor dio vida a la niña cuando era casi un adolescente, por el encargo de una empresa publicitaria de electrodomésticos. Ni yo mismo la conocía bien, hasta que acabaron publicando la viñeta en un semanario».

«No artista, carpintero»

Quino es firme detractor de la personalidad fija de las personitas que salen de su pluma; al final todos ellos acabaron visitándole de repente, cuando menos lo esperaba, nunca en el momento en que los pensaba, para convertirse en un entramado de su propio yo. Eso explica la regla de oro para quien, sin embargo, se define como «artesano» y no como artista, «carpintero más bien diría yo, que es un oficio que siempre me ha caído simpático». «Me pedían una historia para el viernes y comenzaba el lunes, pero hasta el viernes por la mañana no me asaltaba la idea», dice. Las cosas que les angustiaban no han perdido vigencia y él lo corrobora: «Hoy día se le dice al planeta que no fume (pongamos por caso), y Bush dice que sí que bueno que vale, pero que...». En cuanto a la censura, él rememora quizás más la autocensura y, de nuevo, aborda el tema con un entrañable sentido del humor: «Los militares, la Iglesia, el sexo, aspectos sujetos a conflicto que han hermanado a Europa y América Latina, (Isabel La Católica podría haber sido un agente de la CÍA). Lo que pasa que nunca estaba seguro de lo que gustaba o no. A Menem, por ejemplo, le importaba todo un pepino. Pero entonces la denuncia pierde valor». «¿Qué tiene de argentino y qué de andaluz?», le interpela seguidamente el moderador, a lo que el creador responde: «De andaluz el sentido trágico de la vida; de argentino el convencimiento de que se puede mejorar lo que hay, aunque eso ni yo mismo lo sé».

Se considera rebelde y transmisor de rebeldía «las dos cosas, lo que quiero es que la gente piense», y justo con el trabajo: «cada cosa que haces, debes afrontarla como si el Papa te encargara la capilla Sixtina». Como no podía faltar, dedicó unas palabras a los líderes del mundo: «Tenemos políticos de chiste, dependientes de multinacionales que les dicen lo que tienen de hacer». Para terminar, otra prueba de su reticencia a la egolatría: «A la gente le gusta lo que haces, no quien eres; a mi me bastaba con escuchar a Los Beatles».