VUELTA DE HOJA

La profecía de hania

La directora de Población de Naciones Unidas, que bastante tarea tiene con contarlos, ha vaticinado algo que todos sospechábamos: que los países desarrollados tendrán cada vez más inmigrantes. No nos hacían falta sibilas, ya que nos bastaba vernos venir en pateras o en cayucos.

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¿A dónde van a ir los hambrientos, sino a los sitios donde han oído rumores de que la gente tiene la costumbre de comer un par de veces al día? Las naciones que han cumplido ese objetivo se verán cada vez más asediadas, ya que los inmigrantes no proyectarán viajes a sitios donde exista una penuria equivalente y tampoco es probable que vayan a Bangladesh, por si les pilla otro ciclón como el Sidr, que no sólo arrasa los estómagos sino el resto del organismo.

Hania Zlotnik nos advierte: habrá cada vez más gente de fuera, dispuesta a aceptar los trabajos que desdeñan los nativos. La desagradable consecuencia es que crecerá la xenofobia. Ya se sabe que hay personas que ni quieren trabajar ni quieren que trabajen los extranjeros. Todo por la patria, menos hincar el lomo, pero de alguna forma hay que demostrar el patriotismo y ellos han descubierto la fórmula, que consiste en repudiar a los trabajadores de distinta epidermis.

Por muy hospitalarios que seamos nunca hemos llegado a considerar al que viene de lejos como a un semejante y lo más que le hemos concedido es la categoría de diferente. Mientras sea pobre no podrá ascender en la escala, lo que sin duda confirma que la miseria es una nacionalidad.

Los países de acogida van a tener que acoger a más gente de la que cabe en ellos y vendrán más conflictos. Poner alambradas electrificadas en las fronteras aumentaría el recibo de la luz, pero tampoco es posible poner letreros dándole la bienvenida a todos y deseándoles una buena digestión. Quien sepa resolver el problema no debe ocultar por más tiempo la solución.