TOQUE. Luis, durante uno de los entrenamientos de la selección nacional.
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Del amago de dimisión al baile final

Catorce meses después de querer negociar su salida y prescindir de Raúl, Luis Aragonés está seguro de conducir una selección capaz de ganar el Europeo

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Ni los más optimistas del lugar, ni siquiera un Luis Aragonés que siempre se declaró esperanzado pero estuvo a punto de arrojar la toalla tras la debacle de Belfast que hace 14 meses dejó como víctimas a Raúl y Salgado, podían imaginar entonces que la selección española cerraría con tanta brillantez su clasificación para la Eurocopa. Mucho menos aún cuando cayó en Suecia y sumaba dos derrotas y un triunfo intrascendente ante Liechtenstein tras tres jornadas entre tinieblas.

Pero se hizo la luz, se salió del túnel en un 2007 que arrojó siete victorias y un empate en duelos de competición oficial, y ahora todos coinciden en que soñar es gratis, que este equipo tiene argumentos sobrados para competir de tú a tú contra los mejores, y que los futbolistas respaldan de nuevo a su abuelo, a un entrenador que cumplirá 70 años el verano próximo y que desde hace tiempo se puso fecha de caducidad tras el campeonato continental.

Aunque terminase como líder de grupo, España no será cabeza de serie en el sorteo para la fase final. En principio, la UEFA tiene en cuenta la media de puntos de las dos últimas fases de clasificación y no hay que olvidar que la selección de Iñaki Sáez entró en el campeonato de Portugal 2004 por vía de la repesca. Y, además, Suiza y Austria van al primer bombo como anfitriones.

Depresión postmundial

España entró en crisis tras el Mundial. La derrota en octavos ante Francia, unida a los problemas de convivencia surgidos entre el 7 y Luis durante el certamen alemán, dejaron secuelas. Un pobre empate a nada en un amistoso celebrado en agosto ante Islandia y esa goleada ante Liechtenstein no cicatrizaron las heridas, agravadas cuando España dejó escapar un partido que tuvo varias veces ganado. Se pedía la cabeza de un técnico que presentó una «dimisión con connotaciones» no aceptada por Villar. Aragonés quería irse, pero no gratis. Y el alto dirigente no negocia destituciones encubiertas.

En situación crítica, Luis sacó el bisturí y extirpó a Raúl y Salgado. La derrota en Suecia (2-0) entraba dentro de lo posible, pero hizo que arreciaran las críticas. Los rumores se sucedían sobre el banquillo y el ambiente era insostenible, pero Villar y Luis seguían erre que erre. El triunfo en el amistoso ante Argentina apenas mitigó la crisis. España recuperó sus constantes vitales de forma paulatina, aunque perdió ante Rumanía en un amistoso que la afición de Cádiz se tomó a chirigota. En esas circunstancias, el partido ante Inglaterra de Old Trafford parecía programado por el enemigo pero, se convirtió en un punto de inflexión: se ganó y emergió Iniesta, que marcó un golazo y comenzó a tener galones. Volvió a marcar otro gol decisivo ante Islandia, en Mallorca, también en Riga, luego en Reikiavik y frente a los suecos firmó otro.

Emerge Iniesta

Todavía sin convencer y con broncas como la provocada por el seleccionador en Oviedo, donde tras el partido huyó sin hablar, la selección comenzó a ganarlo todo. Este año sólo ha pinchado en un empate de Islandia. La moral de todos, incluido Luis, creció con la victoria del 13 de octubre en Aarhus. Se había lesionado Villa, Torres se rompió la víspera y todo pintaba mal. Pero apareció Tamudo. Con el nuevo 4-1-4-1, muy alejado del 4-3-3 que Luis utilizó en el Mundial, España ganó 1-3 y subió su autoestima. Luis repitió dibujo ante los suecos y la selección ganó bien. Dos bailes festivos que se contraponen a aquellos amagos de dimisión.