Cartas

El baratillo

Me he enterado de que han quitado el mercadillo de los domingos de la plaza, no sé si es temporal o definitivamente lo que sí sé es que es la peor noticia que podían darme. Quieren quitar esa fuente inagotable de sabiduría y cultura que era el baratillo.

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Allí descubrí La historia de los griegos de Intro Montanelli, El Cádiz de las Cortes de Ramón Solís, y allí descubrí también que Sir Winston Churchill descendía del Duque de Marlsborogth, el célebre Mambrú de la canción infantil y que por culpa de una enfermedad había estado mucho tiempo leyendo, como le ocurrió al escritor italiano Alberto Moravia.

Como les ocurrió al padre Disraeli y a Leon Tolstoy, que sólo vivían para la lectura, el baratillo me descubrió el maravilloso mundo de los libros y también de otros objetos.

Las ediciones de libros de bolsillo de los años 60 y 70 con las novelas de los famosos Fran Slaugter, Somerset Maugham, Frank Yerbi y Peral S. Back, que fue premio Nobel en 1938 de literatura.

También conocí la obra de José María Gironella, que en su obra Todos somos fugitivos habla tan elegantemente de Cádiz, y a su amigo Giovanni Pappini, que en su obra El juicio final, habla de Anito, el que obligó a Sócrates a suicidarse.

Cierto escritor se sorprendió mucho al ver un libro suyo que le llevé para que me lo firmara, preguntándome de dónde lo había sacado. Pues lo he sacado de la fuente del saber gaditano. Del baratillo.



Julio Esteban Muñoz. Cádiz