LOS PELIGROS

Una ciudad limpia

Pendiente sólo de su publicación en el Boletín de la Provincia, próximamente entrará en vigor la nueva Ordenanza de Limpieza y Recogida de Residuos Urbanos de Cádiz. Naturalmente, no podemos más que sumarnos a la intención general de que toda la ciudad mejore su limpieza. Y mejor sin caer en la tan frecuente adulación populista, porque buena parte de la culpa de que esta ciudad esté sucia es de los que viven en ella y han hecho costumbres locales, que parece nadie les reprocha, desde tirar un papel o una colilla al suelo hasta sacar la basura o los muebles viejos a la calle cuando les parece. En ese panorama que nadie se extrañe si quienes nos visitan ensucian, en lo que pueden, lo mismo. Hacen lo que ven.

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Alguien tendrá que explicarme cómo conviven, incluso en la misma persona, esa indolencia absoluta con el estado de revista de esta ciudad con una exacerbada defensa de Cádiz como la mejor del mundo, incluyendo la más hermosa. Como si esa bendición les viniera ya otorgada y el asunto no fuera con ellos. Sólo cuando se consiga una implicación «personal» de los gaditanos en la defensa de su ciudad, lo que incluye mejorar su presencia, podrá afrontar su crecimiento. Eso se consigue sólo con educación pero, mientras, hay que frenar el descontrol con sanciones. Son necesarias en la medida que mejoran la convivencia. Y ahí las defiendo, rotundamente. Como en la limpieza de solares, por ejemplo. Cuando no la mejoran, no. Si bien la mayoría de las normas de esta Ordenanza me parecen imprescindibles, otras me parecen muy mejorables, o porque no contribuyen a esa convivencia o porque llegan a la sanción sin suficiente información previa.

Se intenta dar por ya establecido un sistema de separación de residuos, y a partir de ahí se sanciona su incumplimiento, cuando no tenemos un solo dato municipal que diga en qué porcentaje real se separan las basuras domésticas. Por edades, por barrios, por nivel de estudios. Sin ese dato, no sabemos si hay un problema de desconocimiento, que habría que resolver, o de desgana. Entre los miles de folletos municipales, alguno debería explicar bien esa separación: es normal ver aún a bienintencionados que tiran los periódicos en el contenedor de papel correcto pero en bolsas de plástico, o los que reciclan las botellas con sus tapones. ¿Dónde se tira algo tan común como el aceite de cocinar, si está prohibido hacerlo en la basura o por el desagüe? La limitación de horario para sacar la basura, ¿incluye también la que no es orgánica y, por lo tanto, no se descompone? Porque no parece que las once de la noche sea un horario muy europeo para estar rompiendo vidrios en el contenedor, cambiando suciedad por ruido.

Me preocupa que la libre voluntad de tener macetas en los balcones dependa, ahora, de que el vecino de abajo no se sienta molestado con su riego. Porque obligar a que no caiga agua mientras se riega es no haberlo hecho nunca. (Por cierto, ¿pueden molestarse los vecinos que instalaron un cierre ilegal en el balcón, prohibido por una vieja ordenanza que no cumple nadie, si el agua moja sus cristales?). Mejor solución me parecía, cómo hasta ahora, imponer un horario de riego, si se quiere riguroso, para minimizar las molestias.

Muy preocupante me parece esa petición de fianza, que cubra los previsibles gastos de limpieza, para los organizadores de actos públicos: mítines, fiestas o celebraciones religiosas. Parece claramente inconstitucional limitar los derechos fundamentales de reunión o manifestación a quienes no tengan medios económicos para pagar esa fianza. Pienso en colectivos sociales muy críticos con el Ayuntamiento. Esas manifestaciones también se podrían penalizar, a posteriori, por la vía de la supuesta falta de limpieza, pues la valoración del estado en que quede la calle la hace el propio Ayuntamiento. Con la letra de la Ordenanza, ¿se va a obligar a la Iglesia a pagar la limpieza de la cera pegada al suelo tras las procesiones? También en León una Ordenanza municipal prohibió el reparto de octavillas y otra en Valladolid pegar carteles y colgar pancartas. Ambas recurridas por limitar libertades. No confundamos.