Opinion

Fanática obsesión

ETA reapareció ayer en Vizcaya apenas un mes después de que tratara de asesinar al escolta Gabriel Ginés, evidenciando su firme determinación de proseguir con su escalada violenta tras la ruptura de la tregua. El atentado abortado en Getxo no sólo resulta especialmente maquiavélico en sus criminales intenciones, sino que certifica que la banda ha vuelto a colocar a los servidores del Estado de Derecho -y singularmente a la Ertzaintza- entre sus objetivos prioritarios. Los etarras avisaron primero de la colocación de un artefacto cargado con cinco kilos de cloratita en la entrada a los juzgados de la localidad vizcaína, que fue desactivado por la Policía autónoma; pero esa bomba pretendía actuar como un mortífero cebo con el que atraer a los agentes, expuestos a la amenaza de otro explosivo camuflado en una papelera. La fortuna y la pericia de los artificieros evitaron que la organización terrorista consumara un atentado cuya concepción busca amedrentar a las fuerzas de seguridad y a la Judicatura, los dos principales instrumentos de la legalidad democrática para hacer frente al inadmisible chantaje etarra.

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La última tentativa de la banda confirma su fanática obsesión con la Ertzaintza, que ya sufrió en septiembre una grave explosión contra la comisaría de Zarautz y cuyos miembros vienen soportando sabotajes recurrentes contra sus bienes y los de sus familiares. La persistencia terrorista aconseja extremar las medidas de protección de quienes, tal y como ocurrió ayer en Getxo, arriesgan cotidianamente su propia vida para garantizar la seguridad de sus conciudadanos y la convivencia en libertad. Pero al igual que ocurre con los jueces, en tanto que cumplidores de las previsiones legales establecidas para reprimir la violencia, los cuerpos policiales precisan de la cobertura de un discurso unitario en defensa de esa misma legalidad de la que son garantes. Por eso cada atentado interpela a la responsabilidad de aquellos que, al frente de las instituciones vascas, continúan dispuestos a avanzar en su aspiración de superar el actual marco constitucional y estatutario aun cuando la banda no haya renunciado a las armas. Al tiempo que desmiente el interesado candor, cada vez más insostenible, con el que significativos sectores del nacionalismo siguen apelando a la reacción de una izquierda abertzale ayer nuevamente muda ante la amenazadora irrupción de los terroristas.