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'Internado'

Antena 3 ha estrenado la nueva temporada de El internado, de Globomedia. Tuvo un relativo éxito en su primera temporada. Relativo porque no marcó una de esas cifras elevadísimas de audiencia que a veces alcanzan las series españolas, pero se hizo con un público muy fiel. Confieso que las razones de aquel éxito de El internado se me escapan: es una serie muy elemental desde el punto de vista de sus recursos técnicos y artísticos y excesivamente alambicada desde en su argumento, con una historia poco o nada cosida.

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Esta nueva entrega transita por el mismo camino: mezcolanza de fenómeno fan y drama convencional, con situaciones descabelladas en abundancia y un relato abarrotado de cosas improbables (la charla del director Merlo con el Adolescente Alfa, donde el segundo recrimina al primero con una parrafada más propia del doctor Freud que de un mozalbete). Los personajes salen a escena con una etiqueta en la frente, es más, la frente queda oculta bajo la etiqueta. Las chicas parecen maquilladas y vestidas para imitar a las heroínas del manga erótico, y los adultos no consiguen desprenderse de cierta atmósfera de culebrón.

Como les sucede a otros muchos productos españoles de los últimos años, da la impresión de que esta serie ha sido diseñada pensando más en los segmentos de audiencia a los que pueda atrapar que en la historia que quiere contar. Cuando eso ocurre, cualquier consideración técnica o artística palidece ante la audiencia, que son, se supone, lo único que justifica el producto ante el mercado. Pero eso obliga a obtener buenas cifras de venta, porque, de lo contrario, no merece existir. ¿Merece existir El internado? Las cifras de este retorno han sido pobres: una cuota de pantalla del 16,9%, tres millones de espectadores; eso significa que la serie vuelve a pantalla con 8,9 puntos menos que en su estreno pasado y con 7,8 puntos menos que en despedida. Y sin embargo merece existir: para que esta sea una buena historia bastaría con que los guionistas dotaran de más de seriedad a la trama adulta, sustrajeran las dosis de tontería a la trama adolescente e hicieran más sólida la intersección entre ambas.