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El futuro de los fogones

LA GLORIETA Una agradable sorpresa. Visitar y degustar los platos que los jóvenes aprendices de la Escuela de Hostelería de Cádiz preparan cada día en sus instalaciones es abrirse a un mundo de placer inenarrable para los amantes de la cocina. Adolescentes que quieren vivir un futuro entre el arte de la gastronomía, porque el comer bien (que no es en cantidad) es tan valioso como admirar un cuadro de Rubens o admirar el trabajo de Robert de Niro o Al Pacino. Y Cádiz tiene un gran futuro si estos niños encuentran su lugar en el deprimido mercado laboral de hoy en día en la provincia.

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Degustar una escalibada sobre foie fresco o los lomos enrollados de lubina con queso chedar y verdura, realizados por las inexpertas (de momento) manos de estos estudiantes que ponen su mejor oficio en la mesa del comensal fue excitante y emotivo. Porque hay gente que nos emocionamos de igual modo por un golazo de Raúl en el Nou Camp que paladeando un trozo de tarta de queso caramelizada con arroz con leche.

¿Qué le empuja a vivir entre fogones a un chico de 16 años? Es un misterio. El gran espejo de gente como Ferrán Adrià, Arguiñano, Juan Mari Arzak, Quique Dacosta o Sergi Arola ha emplazado a estos geniales cocinillas a un mundo lleno de sorpresas para paladares exquisitos. Las malas lenguas dicen que no hay cantera, pero es que no se han sentado en las mesas de la Alameda Marqués de Comillas. Se empieza por llevar una botella y varias copas en una bandeja esquivando sillas y se acaba realizando un tierno solomillo de retinto a las finas hierbas. Y si encima te atienden mejor que un hotel de cinco estrellas, pues ¿fíjense!