ESPERADO. El director santanderino Mario Camus. / EFE
Cultura

La Seminci recibe con alegría la fábula de Mario Camus después de sus tres años de silencio

La Semana Internacional de Cine de Valladolid encara su recta final con 'El prado de las estrellas', del director de 'Los santos inocentes'

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Mario Camus estrenó en la 52 Semana Internacional de Cine su último trabajo en la gran pantalla, El prado de las estrellas. Después de permanecer tres años largos alejados de la dirección, Camus regresa a su querida Cantabria para contar una fábula sobre los sentimientos, una historia de personajes cercanos que aspiran a convertir en realidad sus pequeñas ilusiones. En esta ocasión el realizador santanderino escribe un argumento basado -aparentemente- en el ciclismo, aunque la obra está salpicada por un sinfín de sentimientos, como la solidaridad, la ilusión, el amor, la vanidad, la melancolía...

El prado de las estrellas toma su nombre de los recuerdos infantiles de un hombre llamado Alfonso. Este personaje -encarnado por Álvaro de Luna a sus sesenta años- vive jubilado en su casa de siempre y visita a Nanda, una anciana que fue su vecina y ayudó a su madre cuando él se quedó huérfano. Nanda vive ahora en una residencia de mayores en la que trabaja una joven asistente social que trata de vivir su propia vida.

Una mañana Alfonso sale a coger caracoles al prado y se encuentra con un joven que aparece entre la niebla en su bicicleta. A partir de ese amanecer y avivado por los sueños del chico se establece una amistad entre el viejo maestro y la joven promesa del ciclismo. El jubilado, apoyado por sus amigos, le convertirá en un gran campeón y, lo que es más importante, en una gran persona.

La belleza del ciclismo

Aunque en un principio Mario Camus mantenía algunas dudas sobre el perfil del joven Martín, finalmente se decantó por un corredor amateur, Óscar Abad, sin ninguna experiencia en la interpretación, aunque su debú como actor no podría cosechar mejores resultados. Frente a la leyenda negra que se teje en la actualidad en torno al mundo de la bicicleta, el director reivindica la belleza de este deporte: «El ciclismo, el atletismo y otros deportes pasan por momentos en que supuestas estrellas han usado estimulantes. Pero también existen aquellos que no los usan. En el pasado hubo de todo y de todo habrá en el futuro -sostiene Mario Camus-, pero el ciclismo es, incuestionablemente, un deporte maravilloso y, para mí, los que lo han practicado y lo practican son atletas portentosos a los que siempre he tenido una gran admiración».

El regreso a su tierra natal evidencia un canto al mundo rural frente a la actual sociedad urbana: «Cantabria es un territorio que forma parte de mi vida», reconoció el director en Valladolid, a donde se trasladó rodeado del elenco de actores y actrices que intervienen en la película, como Rodolfo Sancho, Marian Aguilera, José Manuel Cervino y Álvaro de Luna, quienes coincidieron en elogiar el guión del filme, al que calificaron como «redondo». El actor más veterano definió las dos horas de la cinta como una película que gira en el «territorio de los sentimientos» a partir de los personajes que van apareciendo en la historia de una ilusión.

Mario Camus también rememoró lo que ha ocurrido en España durante su larga carrera en la dirección. Desde que debutó en 1963 con Los farsantes ha adaptado al cine clásicos de las letras como Los santos inocentes, de Miguel Delibes, o La colmena, de Camilo José Cela, además de realizar para TVE series como Fortunata y Jacinta, Curro Jiménez o La forja de un rebelde. En la publicación oficial de la Seminci el autor de 14 largometrajes reflexiona: «Las cosas en la vida y en el cine han cambiado mucho, pero por otra parte se puede argumentar que todo sigue igual. Pienso que lo que más se transforma son las grandes y pequeñas organizaciones de la sociedad. El mercado, la globalización, los nuevos modos de comunicarse». Y apostilla: «En lo que respecta a nuestro trabajo, han variado las leyes que regulan el cine, las limitaciones que tenemos y la colonización permanente».

Por los paseados

Antes de la proyección de El prado de las estrellas, aplaudida por el público y buena parte de los periodistas que asistieron a la primera proyección, se presentó el cortometraje Paseo, del madrileño Arturo Ruiz Serrano. A lo largo de 12 minutos rinde un homenaje a todos los «paseados» de las guerras ayudado por la interpretación de José Sacristán.

Fuera de concurso, el chileno Matías Bize -ganador de la última Espiga de Oro del Festival de Valladolid- presentó Lo bueno es llorar. Una película que explica la relación de una pareja que se acaba. No es una ruptura fácil, sino que es una larga noche de decisiones, dudas, miedos, mentiras, silencios, reflexiones y discusiones. Esta historia es un viaje desde lo más alto de Barcelona hasta el mar. Los personajes caminan durante toda la noche en un trayecto que, aunque no lo saben, no tendrá vuelta atrás en sus vidas.