ASOCIACIÓN. Pilar Manjón, con otros familiares de víctimas.
ESPAÑA

«Es una sentencia floja»

Tras una sesión cargada de nervios, los damnificados mostraron su decepción ante unas condenas «muy suaves» para la «brutalidad» de los atentados

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Las víctimas del 11-M acogieron con decepción, rabia y muchas lágrimas el fallo del tribunal. Para ellas fue una jornada agridulce, porque la tan esperada Justicia, por la que han luchado tres años y medio, fue menos severa con los verdugos de lo que querían y esperaban. «Han matado a mi hijo y ahora se ríen de él». «He enterrado a mi padre y estas penas son más flojas que las que le meten a cualquiera por pasar hachís», fueron algunas reacciones que pudieron escucharse al filo de las dos de la tarde, cuando los damnificados iban abandonando las dependencias judiciales de la Casa de Campo tras asistir a la lectura de la sentencia.

Los afectados tampoco entienden que 'El Egipcio' y la familia Toro se vayan de rositas. «No puede haber dos varas de medir y no puede ser que los asesinos anden sueltos», proclamaba, recién salida de la sala con los ojos encendidos por las lágrimas, Pilar Manjón, la presidenta de la asociación mayoritaria de damnificados. «Recurriremos ante el Tribunal Supremo», subrayó la mujer que durante estos años ha encarnado el sentir de las víctimas. Lo hizo después de abrazar a otros afectados que, como ella, no podían aguantar el llanto.

La mañana estuvo cargada de emociones en el pabellón de la Audiencia Nacional de la Casa de Campo, a donde acudieron casi dos centenares de víctimas que desde las ocho de la mañana se agolparon a la entrada del recinto. Había entre ellas personas que viajaron en los 'trenes de la muerte' y que aún sufren secuelas físicas y psíquicas, junto a padres, madres, hijos y hermanos de los asesinados. Su nerviosismo ya era visible en el momento en que accedieron al edificio, y se acentuó según transcurría la mañana.

Sin sitio para todos

Su primera decepción, y con ella los primeros estallidos de rabia y de llanto, llegaron cuando pretendían acceder a la sala de vistas donde el presidente del tribunal, Javier Gómez Bermúdez, iba a leer la sentencia. La policía les impidió pasar porque no había sitio para todas, y las conminó a bajar al sótano, donde podían seguir la sesión a través de una pantalla de televisión. «Mi hijo murió en un tren, ¿quién va a sentarse en mi silla?», le espetó una señora a un agente que le ordenó bajar al subterráneo. «Los conspiradores y los 'peones negros' en la sala, y las víctimas al sótano», apostilló Manjón.

Los ánimos estaban tan caldeados que el magistrado Gómez Bermúdez decidió bajar al subterráneo a hablar con los damnificados, a quienes explicó que en la sala había 25 sillas libres y les rogó que subieran. Poco después, los afectados le hicieron caso. Entretanto, funcionarios del juzgado y policías nacionales cargaban con tres bancos y los metían en la sala.

Las víctimas vivieron con ilusión el primer acto de la vista, que duró hasta que el presidente ordenó un receso. Para entonces, sentían que los jueces les habían dado la razón en cuanto al fondo del caso: la verdad judicial establecería que el 11-M fue un atentado islamista en el que no participó ETA, y que los argumentos que sustentaron la 'teoría de la conspiración' sólo eran patrañas. En el descanso, las familias lloraban de emoción y se abrazaban al ver respaldados sus argumentos.

La decepción mayor llegó cuando el juez leyó las condenas, que sólo fueron todo los severas que deseaban con tres de los acusados. «Nos ha sorprendido ingratamente», señaló desilusionado a la salida de la sala Jesús Ramírez, vicepresidente de la principal asociación de afectados. «Son condenas muy suaves para la brutalidad que ha supuesto este atentado», señaló.

Pilar Manjón insistió en que «las condenas nos parecen cortas» y el fallo, «flojo», motivos por los cuales su asociación recurrirá la resolución judicial ante el Supremo. No obstante, precisó que, de sus palabras, no podía desprenderse un sentimiento global de rechazo. Al contrario, expresó su satisfacción porque «ya sabemos qué, ya sabemos quién y nos falta leer mas despacio (la sentencia) para saber si han recogido los porqués».

Manjón reconoció que «éste es el primer paso que queríamos dar. Mi hijo esta noche no va a volver, pero ha quedado claro que el atentado lo cometieron islamistas 'yihadistas'». «Se ha hecho la Justicia que se puede hacer. Los autores materiales se suicidaron y yo podría decir que me alegro de que estén con Alá y las siete huríes, aunque eso ha hecho que otros autores materiales que están aquí, como Trashorras, tengan una condena fuerte», puntualizó Manjón, antes de subrayar: «Hemos llegado a una sentencia, nos guste más o menos, pero es nuestra sentencia».

«Asesinos»

Nada más concluir la lectura del fallo, el juez Bermúdez acudió a la sala donde se encontraban los afectados para conversar con ellos y explicarles algunos detalles de la sentencia. Mientras, los culpables salían rumbo a la cárcel en furgones de la Guardia Civil. «Hijos de puta» y «asesinos», fueron las últimas palabras que les dedicaron los ciudadanos.

Atrás quedaron familias como la de Luis Tenesaca, un joven de 17 años que murió en la explosión del tren de la calle Téllez. Sus padres, cabizbajos, consideraban que lo «más triste» es que «dentro de poco nosotros quedaremos en el olvido, mientras que otros culpables están en libertad».