cuarto de palabras

Rapsodia

No sufrió Zorrilla en su otrora (con Tenorio, el cielo, el infierno) le atrasaran del tirón la hora y cambiaran verano por invierno. Pero en fin, es tema como el ajo, que al cabo se repite (es humano) y un buen día estando del carajo te cambian invierno por verano. Peor, si lo miramos, es el oficio del rapsoda al ripio encadenado, y así que si se ripia es beneficio, y al tiempo por ripiar, también, pecado, que en esto de ser reo del consonante antes que bonito queda feo (si les pongo un ejemplo lo verán): que a una idea que sea de Román, por ripiar, otorgue a doña Teo.

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Se es esclavo de la rima y sus figuras, y aún viendo el Oratorio como evento, habrá o no acuerdo, de momento, pero trenza el cuarteto con los curas. Lo mismo me sucede con la Aduana, me gusta el edificio, firmaría, más no puedo firmar (dirán, qué jeta), por Dios, no encuentro sintonía, en cambio entra de lujo la piqueta. Ocurre en la aliteración, y así que en adelante un puente se levante, por mí, sería «Constitución», es elegante (vaya por delante, me gusta, que se sepa), más no puedo obviar que en este ripio (a huevo) el consonante, es La Pepa. Qué más quisiera yo, si niego miento, La Hispanidad, Santa Bárbara, Loreto... todo aparcamiento, (subterráneo reto) pero lo jodo si lo saco del boceto. Y así la Avenida transversal, el Hospital, la Gran Plaza del mal que nos aqueja, es ripiar, hacer de engañabobos valor de asustaviejas... Más, ay mísero de mí, si dejo al rapsoda sin rapsodia, ay (ay, infelices) si el ripio se hace prosa... es otra historia, es otra cosa, me ripia que estaré hasta las narices, que en esta retahíla no me sobra, atraso que una hora agilice, proyecto que no sea una obra, que con esto (y un bizcocho), ya estamos en dos mil ocho... Atrase una hora, ya es invierno (joe, ya está ahí el dos mil doce, nos quedan cuatro años del infierno... Vaya goce).