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La guerra de los símbolos

La guerra de los símbolos ha sido un proceso con sus tiempos y sus repartos territoriales que merece un análisis.

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Hablando en términos históricos. La recuperación del prestigio de la bandera nacional ha sido un hecho tardío. La instalación del sistema democrático y su consolidación tuvieron la bandera como testigo discreto, apenas perceptible, consentido casi, y no sólo en los actos oficiales, institucionales, sino en los deportivos y culturales. En paralelo ascendían hacia su consagración las banderas y los himnos vascos y catalanes de tal modo que mientras estos tenían sus diadas y sus aberris egunas, la bandera española se queda sin fiesta propia. Y ha sido a causa del ninguneo a ésta cuando no el desprecio por lo que se ha dado una reacción, durante le mandato de Zapatero, a favor de la exhibición y la utilización de ésta como figura simbólica. El despliegue simbólico conseguido en éstas culminó con la entonación del himno nacional en acto convocado por el Foro de Ermua.

Ante estos hechos iba a resultar ya insoportable la ausencia de la bandera en los edificios públicos. Por esta razón el Tribunal Supremo tuvo que dictar una resolución mediante la que se recuerda la obligación de las instituciones oficiales a exhibir en los edificios públicos el símbolo nacional. Y ha sido en este punto donde lo que habría podido interpretarse como una dejación o relajación iba a aparecer como resistencia a la ley, como desobediencia institucional. La negativa al Supremo ha sido cosa de municipios no sólo gobernados por nacionalistas.

La guerra de los símbolos ha jugado con el reparto de España en territorios. La bandera nacional sigue sin entrar en los reinos de la ikurriña y la senyera y, de este modo, han triunfado las tesis de los nacionalistas. Aún más: si hasta ahora la utilización de los símbolos tenía un sentido de afirmación de lo propio, ahora se ha pasado a la agresión al contrario. En este sentido las quemas en efigie de los Reyes tienen un aire de condena de la Monarquía como representación de la unidad de España. El salto a la negación de lo otro, la verdadera guerra.