CALLE PORVERA

La inmunidad de las ratas

Hace ya un año, el 7 de octubre de 2006, la rusa Anna Politkóvskaya fue asesinada a las puertas de su casa. El motivo: denunciar las injusticias y atrocidades que el Gobierno del Vladimir Putin lleva cometiendo desde que ese personaje se hizo cargo del país. Anna murió el mismo día en el que el dictador cumplía años y se ha convertido en otra de las víctimas de un Ejecutivo que lleva a sus espaldas más de 200 periodistas asesinados en Rusia desde 1993, sin contar los cientos de muertes civiles que a diario se registran en una zona que no parece existir para nadie.

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Lo que ocurre en Rusia se queda en Rusia, o al menos eso parece que piensa el resto del mundo. Desde el impresentable de Bush hasta ZP, todos miran hacía otro lado. Y es que no conviene meterse demasiado con los rusos. Hay muchos intereses encontrados. Y si matan a civiles por expresar opiniones contrarias al régimen, que poco se diferencia del que tuvo en su día Sadam, ese es problema ellos.

Putin es un mafioso que practica a diario el terrorismo de estado y con el que todos quieren hacerse la foto. Es un ex agente de la KGB sin piedad que no duda en aniquilar a quien se oponga a su palabra. Los chechenos llevan años padeciendo un exterminio que parece estar lejos de parar, la libertad de comunicación es irreal y el hambre azota a gran parte de la población. No entiendo que personajes de este calado, seres despreciables, se paseen de un rincón a otro del mundo con total inmunidad. Entre Putin y Mahmud Ahmadinejad, presidente de Irán, no existe diferencia alguna: son dos ratas de cloaca que deberían acabar sus días entre rejas y no calentitos en sus camas como ha ocurrido con otros personajes de su mismo calado.