Los socorristas se encargan de velar por la seguridad en las costas, tanto en el agua como en la arena.
Los socorristas se encargan de velar por la seguridad en las costas, tanto en el agua como en la arena.
verano en la costa

Peligros y mitos de pegarse un chapuzón

Los jóvenes son uno de los grupos de riesgo en un mar en el que las corrientes, el levante o los cortes de digestión juegan malas pasadas

jesús a. cañas
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«Las mar quiere valientes», reza un antiguo refrán marinero. Y no está exento de razón porque el primer consejo a tener en cuenta para darse un chapuzón en la playa es que «el exceso de confianza es lo más peligroso». Quien lo dice, sabe de lo que se habla. Es Diego Febre, coordinador del servicio de socorrismo de Cruz Roja en las playas de Chiclana. Lleva 16 años dedicado al socorrismo en playas de toda España y «ha visto de todo». Por eso, defiende la importancia de respetar las normas en el agua para evitar los ahogamientos como los que se producen cada verano. Precisamente, este año está siendo especialmente duro en las costas andaluzas. En total, 30 bañistas han perdido la vida en lo que va de verano en circunstancias que se podrían haber evitado si se hubieran tenido en cuenta una serie de consejos.

Es el caso de qué hacer cuando en la costa se origina lo que se conoce como canaletas perpendiculares de agua. Este fenómeno se produce cuando las olas desplazan más agua y el mar crea una serie de ríos internos para restablecer el volumen desplazado. Se crean así unas corrientes de resaca mayores en esas canaletas que pueden comprometer la seguridad del bañista. En esos casos, según Febre es importante derribar un mito: «El agua no chupa o succiona». Así, en esos casos, es mejor dejarse llevar hacia dentro ya que «la resaca desaparecerá cuando el agua vuelva a su sitio». En esos casos, para volver a la orilla, hay que nadar «por la izquierda o por la derecha de esa corriente», para no volver a verse empujado en la misma canaleta.

Sí puede empujar más hacia dentro lo que se conoce como viento de tierra. En nuestras costas, es el levante el que puede generar apuros y el que lleva, en muchas ocasiones a elevar la bandera amarilla. «Bañarse no es una competición, no es necesario nadar hasta la boya», avanza Febre. Pero sí lo hace un día de levante, sepa que puede tener problemas para regresar a la orilla porque tendrá que nadar contracorriente, con lo cual «el cansancio es mayor». Esos días son los que también hay que extremar las precauciones con los inflables como las colchonetas. «Un leve descuido puede llevar a una embarcación a alejarse de la costa», reconoce el socorrista.

El siguiente riesgo a tener en cuenta parte de un viejo mito. El consabido consejo de madre de «cuidado con los cortes de digestión», tiene una base bien real. «Cuando estamos en la arena a altas temperaturas y comemos puede darse lo que se conoce técnicamente como hidrocución», reconoce Febre. «Se produce un shock termodiferencial de pasar a estar con mucho calor a bañarse en agua fría y en plena digestión, cuando la sangre está concentrada en el aparato digestivo. Origina fallos orgánicos y multiorgánicos, como paradas cardiorrespiratorias», resume el socorrista. Ahora bien, los efectos más graves como las paradas, se suelen producir en personas que tenían una patología anterior, muchas veces desconocida. «Muchos de los accidentes se producen por este motivo, en lugar de por ahogamientos propiamente», matiza.

Además, es importante tener en cuenta la playa en la que uno se encuentra. «Cada playa tiene sus singularidades». Así, no es lo mismo bañarse en una playa como la de Sancti Petri, que tiene un caño, a bañarse en las de Zahora, que están sujetas a corrientes. «También hay que tener cuidado con los bancos de arena y las mareas», avanza. Porque al subir la marea «por donde antes se podía ir andando, ahora tapará».

Se trata de estar alerta de un entorno altamente cambiante. De hecho, los socorristas de la costa gaditana recordarán siempre un día, el 21 de agosto de 2012. Esa jornada, en la playa de La Barrosa, hacía un día precioso hasta que se desató un fuerte mar de fondo (viento en el mar) con «olas grandes que originaron fuertes corrientes». Ese día, ondeó la bandera roja y se produjeron constantes intervenciones de los socorristas, como rememora Febre.

Precisamente, ellos siempre están vigilantes para atajar las circunstancias de riesgo sobrevenidas. Cuidan de todos los bañistas, especialmente de los grupos extremos de edad (mayores y niños) y de los jóvenes (grupos desorganizados que asumen más riesgos). Se encargan de atender a bañistas en apuros en un tiempo que no excede de los cuatro minutos desde que se da el aviso. «El problema es que el bañista, para ese entonces ya lleva tiempo en apuros», reconoce.

Es ahí cuando el socorrista pone su vida en riesgo para salvar a víctimas activas (que luchan por salvar su vida, lo que entraña mayor riesgo para el socorrista) o víctimas pasivas (ya inconscientes). En todos los casos, los socorristas cuentan con todos los medios a su alcance para que el resultado sea lo más positivo posible. Sin embargo, la prevención siempre será la mejor arma para que el alegre día de playa no se convierta en una amarga experiencia en la costa.

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