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Aumenta la tensión en las luchas internas por el hachís

El narcotráfico tradicional se está armando ante la amenaza de las bandas que llegan de fuera para robar los cargamentos que otros alijan

silvia tubio
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La Guardia Civil ponía esta semana rostro a la banda del Ojos, el terror de Vallecas. Especializados en el secuestro de empresarios con poder adquisitivo, Ismael López y sus chicos habían bajado a la Bahía de Cádiz desde Madrid con un importante encargo, hacerse con el dinero de un alijo de hachís que había sido robado.

Esta parte de la ‘operación Periplo’, que ha sacado de la calle a una organización de miembros armados, sin escrúpulos y muy peligrosos, ha puesto también en evidencia una realidad preocupante para los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Los robos de cargamentos de droga están amenazando la cohabitación tradicionalmente ‘pacífica’ de bandas de traficantes que se repartían los tramos de litoral para introducir los alijos desde Marruecos.

El narcotráfico que ha operado desde hace décadas en Cádiz tiene una amenaza más: los ladrones de fardos.

Una práctica, que no es nueva, como muestra la crónica judicial y de sucesos de la provincia gaditana, en la que se da cuenta de casos anteriores de robos de alijos; pero que sí está siendo más frecuente, está atrayendo el interés de organizaciones de fuera de Cádiz y está desatando una violencia mayor entre los traficantes.

Uno de los agentes que ha trabajado durante meses sobre la pista del Ojos hace una comparación muy gráfica: Cuando los narcos alijan a la playa y se ven sorprendidos, habitualmente huyen abandonando la mercancía para evitar la detención. La situación se torna más peligrosa cuando ese mismo cargamento es defendido a punta de pistola porque el traficante sospecha que son otros delincuentes y no la Guardia Civil o la Policía, los que aparecen por sorpresa en la playa.

La tensión está creciendo entre las bandas de narcotraficantes y los cuerpos policiales ya manejan algunas pruebas de este recrudecimiento de la situación. En algunas incautaciones de droga a pie de playa, los agentes no sólo se han encontrado con la droga en la lancha. También están apareciendo armas, que demuestran un incremento de las medidas de seguridad que están adoptando los traficantes.

Pero hay otros síntomas. En menos de tres meses se han producido dos secuestros, con dos niñas como víctimas y un fallecido como saldo final terrorífico. Estos dos raptos son los conocidos porque los cuerpos policiales han podido intervenir en ellos y demostrar que detrás de esas acciones estaban los ajustes de cuentas entre narcos.

La ley del silencio

Hay otras agresiones a las que nunca llegan los agentes. En el tráfico de drogas impera la ley del silencio como en otros negocios ilegales. Existe una delincuencia soterrada, cuyas víctimas se esfuerzan en encubrirla.

Por eso, a los investigadores que han llevado ambos casos no se les pasa por alto, que se hayan registrado dos secuestros ‘conocidos’ en un corto periodo de tiempo y que entre las víctimas haya menores.

Y es que el rapto de dos niñas, de ocho y nueve años, junto al padre de una de ellas el pasado mes de mayo en Sanlúcar, supone un avance en el nivel de peligrosidad de los sicarios que actúan; capaces de usar a las menores para amedrentar a sus familias. Una práctica inusual por esta zona, menos azotada por mafias de primer nivel. Por suerte, las niñas fueron liberadas a las pocas horas.

La operación conjunta de la Policía Nacional y Guardia Civil que resolvió el motivo de este secuestro, acabó llegando a una organización dedicada al robo de alijos, con una infraestructura muy bien especializada en esta actividad. Compraban los servicios de algún miembro de la banda que iba a introducir el alijo. Esta persona se encargaba de aportar información y también de poner un GPS en uno de los fardos para que los tuvieran localizado el hachís en todo momento.

A esa peligrosa actividad, se dedicaba la víctima mortal de la banda de Ismael López. El Pelón era conocido en Chiclana por estar relacionado con el negocio del hachís. Como otros tantos traficantes de la zona, no podía acreditar unos ingresos legales que justificaran, por ejemplo, que tuviera varias propiedades inmobiliarias.

La familia, como es habitual, niega esos lazos y asegura que se dedicaba al comercio de productos alimenticios como las piñas. Pero a un humilde vendedor de fruta no fue a buscar el terror de Vallecas. La investigación policial confirma que habían bajado por el dinero que había obtenido el Pelón al vender un cargamento que había conseguido arrebatar a otra red.

El cliente

La cantidad de la que hablan y queda grabada en las intervenciones telefónicas es 400.000 euros. El equipo de Policía Judicial de la Comandancia de Cádiz está convencido de que la banda del Ojos recibió el encargo de recuperar ese dinero. Uno de los 18 detenidos en la ‘operación Periplo’ es el presunto cliente de la banda, quien pidió los servicios de Ismael López para que ajustara cuentas con el Pelón en nombre suya.

El cuerpo sin vida del Pelón y la reconstrucción de sus torturas en una vivienda de El Puerto, posteriormente otra en Sanlúcar y finalmente su ejecución a escasos 15 kilómetros de su casa, aportaron suficientes pruebas de la brutalidad con la que habían actuado sus agresores.

Cuando la banda recabó los datos sobre su residencia familiar en el Marquesado (Chiclana) y los movimientos que hacía a diario, fueron a por el Pelón la noche del 4 de agosto. Fue capturado en unas caballerizas que tenía la víctima muy cerca de su casa.

De allí lo llevaron a uno de los pisos franco que tenía la organización del Ojos, la cual cambiaba constantemente su base de operaciones «ante la menor sospecha de que estuvieran siendo vigilados», explica uno de los responsables de la caída de Ismael López.

En El Puerto, a base de golpes y puñaladas, pudieron sonsacarle al Pelón quién había colaborado con él en el robo del alijo. Se trataba de un vecino de Sanlúcar. La siguiente parada en el último periplo que viviría el traficante chiclanero fue la casa de su compinche. Allí, la banda del Ojos consiguió engañar a la que sería su segunda víctima esa noche, quien les abrió la puerta.

Tan pronto bajó las defensas, los secuestradores entraron en tropel en su casa. A rastras introdujeron al Pelón. Allí una pareja fue agredida. El conocido del traficante chiclanero fue apuñalado dos veces. Cuando consiguieron saber dónde estaba guardado el dinero, se llevaron a la mujer para que les indicara el lugar.

En la casa dejaron a los hombres heridos. Ya con el botín en sus manos, la banda regresó. Los hombres de Ismael decidieron perdonarle la vida a la pareja, pero no al Pelón: «A éste nos lo llevamos para matarlo».

Y así fue, lo remataron a poca distancia de su casa. En un camino rural tiraron su cuerpo desnudo cosido a puñaladas. Una mujer que paseaba a su perro al día siguiente lo encontró. «Quisieron lanzar un mensaje claro», que se vieran las consecuencias que tiene robarle a otro narco.

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