Nutrición

Cómo evitar el desperdicio de alimentos: reducir, reutilizar y reciclar en la cocina

Practicar un consumo consciente no supone dejar de comprar, sino consumir solo aquello que se necesita

Comprar a granel y acostumbrarnos a congelar alimentos son técnicas para evitar el desperdicio Adobe Stock

ABC Bienestar

Se calcula que en el mundo se desperdicia alrededor de un tercio de la producción mundial de alimentos . En España, según datos de la Comisión Europea, cada año más de 7,7 millones de toneladas de alimentos terminan en la basura, y de ellos, un 42% corresponde a los hogares. La cifra resulta bochornosa, y reducirla debería ser un objetivo esencial de la sociedad.

No solo por la injusticia de tirar comida mientras tantos pasan hambre, sino también por el impacto negativo que supone un consumo irresponsable, que se traduce en un gasto innecesario de recursos (materias primas, energía, agua) y en un aumento de la contaminación y de la huella de carbono derivado de los procesos de producción y distribución. En definitiva, en un perjuicio para el medio ambiente y para el futuro del planeta.

Practicar un consumo consciente no supone dejar de comprar, sino consumir solo aquello que se necesita, evitando así el desperdicio de comida y también la generación de residuos que lleva asociados. Es conocida ya la «regla de las tres R» (Reducir, Reutilizar y Reciclar) cuando hablamos de mantener una actitud responsable hacia el planeta y contribuir al desarrollo sostenible, pero también es perfectamente aplicable al modo en que gestionamos todo lo relacionado con los alimentos que consumimos cada día.

Emilio Viguera, director general de foodStories aporta estos nueve consejos que pueden ayudar a adoptar hábitos responsables en este sentido pues, en su opinión, de nada sirven los grandes acuerdos políticos de alto nivel si no somos conscientes de que de todos y cada uno de nosotros depende la posibilidad de construir un futuro mejor.

Comprar con cabeza

Al hacer la compra es importante no dejarse llevar por los caprichos o lo que esté de oferta en ese momento si en realidad no lo necesitamos. Mejor ir al supermercado con una lista concreta , tras haber planificado previamente los menús semanales, y así compraremos realmente aquello que nos va a hacer falta a la hora de cocinar, y no acabaremos dejando que los alimentos se nos queden ‘pochos’ en la nevera o se nos caduquen.

Congelar en vez de tirar

Muchos productos se pueden congelar, ya sea frescos o cocinados. Si tenemos unos filetes que llevan tiempo en el frigorífico, o un guiso que nos ha sobrado, podemos congelarlos antes de que se estropeen y sacarlos otro día. Seguro que podrán apañarnos una comida. También la mayoría de las frutas y verduras aguantan bien si se guardan en trozos; es cierto que pierden su consistencia original, pero pueden servir para una crema, un guiso o un batido.

Mejor a granel

Muchas veces, los grandes distribuidores nos obligan a comprar más de lo que necesitamos . Al comprar por piezas es más fácil acertar con las cantidaders (si solo nos hace falta un pimiento para un sofrito, ¿por qué comprar medio kilo?), y además reducimos el uso de envases y aportamos algo positivo al medio ambiente. Esto es igual de válido para la fruta y la verdura que para la carne, el fiambre o el pescado. Y además, lo fresco siempre tendrá menos conservantes que lo envasado.

Ojo con la carne

Su proteína es una parte importante de nuestra dieta, pero su producción es muy contaminante . Según Greenpeace, la ganadería emite el 14,5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero: la misma cantidad los coches, trenes, barcos y aviones juntos. Podemos optar por otro tipo de proteínas vegetales que resultarán menos perjudiciales para la atmósfera.

Compra semanal

Es la frecuencia ideal para llenar nuestra despensa con aquello que nuestra familia necesita, pues podemos planificar con facilidad qué productos comprar para que se mantengan frescos durante toda la semana. Las compras del mes, que antes hacían muchas madres, no resultan fáciles de planificar, es más probable acabar comprando más de lo necesario (“por si acaso”), y obligan tirar de productos congelados porque los frescos no tienen tanta durabilidad.

Todo se puede aprovechar

Con las cabezas de las gambas o el pescado podemos hacer un fumet. Si vamos guardando las peladuras y restos de las verduras que usamos para cocinar (patatas, zanahorias, pimientos, cebollas), solo tendremos que sofreírlo un poco, dejarlo hervir media hora y colar para tener un delicioso (y natural) caldo de verduras que podremos utilizar para una sopa, una paella o un guiso. También los despojos del pollo pueden servirnos para enriquecer ese caldo.

Un día «de sobras»

A pesar de todo, al cocinar para toda la familia es difícil calcular de manera exacta las raciones. Pero si cada día nos sobra una pequeña cantidad del menú, y las vamos guardando, un día a la semana podemos comer o cenar «de tapas». Así aprovechamos lo que hemos preparado los días anteriores y nos libramos de cocinar un día .

Envases sostenibles

El desperdicio también se mide en envases. No es fácil ir al supermercado y no llegar a casa llenos de bandejas y envoltorios de materiales plásticos que, por supuesto, luego en casa reciclamos. Pero si lo intentamos, sí es posible recurrir, siempre que se pueda, a productos a granel o a envases de papel (muchas empresas están empezando a sustituir su packaging de plástico por otros de este material) o de vidrio, que podemos reutilizar en casa: es lo mejor para congelar y para guardar restos en la nevera, pues no coge olores ni sabores.

Cocinar sano

Preparar en casa nuestra propia comida nos da el control sobre lo que compramos y comemos, y optar por productos frescos y de temporada frente a los platos preparados o precocinados resulta mucho menos contaminante (por los procesos industriales, el envasado, el transporte), además de ser más recomendable para nuestra salud. Y en el caso de pedir comida a domicilio, mejor optar por empresas responsables que utilicen packaging reciclable y que utilicen productos ecológicos de primera calidad.

Otras iniciativas para evitar el desperdicio de alimentos

En los últimos tiempos han surgido varios proyectos empresariales que ofrecen alternativas para evitar el desperdicio de comida, como To Good To Go o la danesa Wefood , que se dedican a vender los alimentos que sobran en comercios y restaurantes, o productos a punto de caducar o con el envase dañado que no pueden comercializarse en los supermercados, a un precio más bajo del habitual.

También hay apps como Noodle que ofrecen sugerencias de recetas con restos de productos que podemos tener en la nevera, o incluso con recetas ya cocinadas. En el caso de foodStories proponen una nueva forma de hacer la compra, llevando a casa del consumidor los ingredientes exactos para elaborar las recetas que previamente ha seleccionado vía web, siempre en envases de vidrio que se esterilizan y reutilizan. De este modo se evita no solo el desperdicio de comida, sino también el plástico de un solo uso y la generación de residuos nocivos para el medio ambiente.

Para terminar, por mucho que nos empeñemos en reducir al máximo los desechos que generamos, eliminarlos por completo es imposible. Por ello es vital que sigamos «la regla de las tres R» en todo momento, aprendiendo a separar bien la basura, y a compactar todos los restos orgánicos para que puedan ser utilizados como abono con nuestras propias plantas, o al menos volver a la naturaleza en forma de degradación natural. No olvidemos que cada gesto, por pequeño que parezca, cuenta.

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