Jack el Destripador acabó con la vida de, al menos, cinco prostitutas en Whitechapel
Jack el Destripador acabó con la vida de, al menos, cinco prostitutas en Whitechapel - ARCHIVO ABC

La ciencia pone en duda que se haya descubierto el misterio de Jack el Destripador

Los expertos consultados por ABC afirman que se podría haber cometido un grave error en la identificación genética del asesino de Whitechapel

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No han pasado ni tres meses desde que el escritor británico Russell Edwards afirmó que tenía en su poder una prueba irrefutable que desvelaría de una vez por todas la identidad de Jack el Destripador. Según explicó, había obtenido una muestra de ADN del mismísimo asesino de Withechapel que demostraba que el mítico psicópata era realmente un peluquero polaco de 23 años llamado Aaron Kosminski.

Sin embargo, en este breve período de tiempo ya han salido a la palestra algunos investigadores que atestiguan la existencia de graves errores en las pruebas genéticas en las que se basa esta afirmación. ABC ha hablado con uno de los expertos que creen que se han producido dos fallos que hacen imposible que se haya desvelado el misterio: uno de nomenclatura y otro de probabilidad. ¿En qué consiste cada uno?

Antecedentes

A principios de septiembre, Rusell Edwards –un escritor apasionado por la criminología- informó de que su libro «Naming Jack the Ripper» («Identificando a Jack el Destripador») llegaría a las librerías en breve. En su interior, no obstante, los apasionados de la historia de Withechapel no encontrarían únicamente la descripción de los crímenes sucedidos en 1888, sino algo jamás publicado: la identidad de aquel que los perpetró. En efecto, el autor afirmaba haber hallado pruebas que desvelaban el nombre y los apellidos de uno de los asesinos más mediáticos de la historia.

Mapa que muestra los asesinatos de Jack el DestripadorPara descubrir su identidad, este escritor había conseguido hacerse en una subasta con un chal que, presuntamente, había llevado puesto una de las víctimas de Jack el Destripador durante sus últimos momentos de vida. En palabras del británico, la prenda había sido recogida de la escena del crimen por un agente encargado del caso que, al no querer arrojarla a la basura, se la había ofrecido a su esposa como regalo. No obstante, la mujer no quiso «disfrutar» de este presente debido a que estaba manchado de sangre, por lo que se limitó a guardarlo en lo más profundo de un baúl.

El chal fue pasando desde ese momento de generación en generación hasta que, en 2007, Edwards lo adquirió en una subasta. Intrigado, y suponiendo que la prenda podía contener restos biológicos del asesino, la envió a un laboratorio para que un experto (el doctor Jari Louhelainen) la analizara. Éste halló restos de ADN que atribuyó al asesino en la misma y, tras cotejar la muestra con la de varios descendientes de Jack el Destripador, halló una coincidencia genética con Aaron Kosminski, un joven polaco de 23 años que fue acusado durante la investigación de 1888 por la policía inglesa, pero que, finalmente, quedó libre debido a la escasez de pruebas.

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Las presuntas pruebas genéticas

Para realizar las pruebas, el doctor Louhelainen procedió de la manera habitual. Así pues, escaneó mediante unos sistemas estandarizados la muestra de ADN extraída del chal y se percató, curiosamente, de que la secuencia genética de Jack el Destripador contenía una variedad atípica. Esta diferencia se hallaba en la posición número 314 de la cadena genética del ADN mitrocondrial asesino, la cual contenía –siempre según el experto- una citosina de más (uno de los elementos que forma la susodicha cadena). Esta diferencia sería -segú el doctor- nombrada como 314.1C y era tan extraña que sólo aparecía en una persona de cada 290.000.

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Concretamente, en el ADN de Jack el Destripador aparecía una citosina ( C ) de más de las cinco que, normalmente, suele haber en esa zona. «Habitualmente en esa región hay solamente 5, por lo que el hecho de que haya una más lo hace un hecho diferencial. Pero aunque es una característica especial de esa secuencia, no tiene sentido evolutivo y a menudo ni siquiera se incluye en el haplotipo. Es decir, aunque la diferencia de otros individuos, no es una diferencia importante. Lo habitual es tener varios cambios respecto de la secuencia de referencia [la que se usa como modelo], y es esa lista de cambios la que se llama ‘haplotipo’ de cada individuo», explica a ABC la doctora Amaya Gorostiza (Gerente de Genética Forense en el Laboratorio de Identificación Genética de «GENOMICA S.A.U.» -Grupo Zeltia-).

Las diferencias, según Gorostiza, son llamadas a nivel científico «mutaciones» y, cuanto menos frecuentes sean, más información nos dan sobre esa línea genética (la cual viene dada por la madre). Además, a más extrañas, más fácil es identificar ese marcador familiar (y, por lo tanto, encontrar coincidencias en dos personas). Esto se debe a que, si ambas tienen las mismas diferencias genéticas, existe la posibilidad de que sean parientes entre sí por la vía materna.

«Que haya una mutación significa que se ha producido un cambio en la secuencia de ADN que afecta en principio solamente a esa línea. Esa mutación caracterizará a la familia a partir de ese momento. Es lo que pasa con esa ‘C’ extra», completa la experta. Sin embargo, lo llamativo vino cuando, al analizar la muestra de ADN de la descendiente de Jack el Destripador, esta contaba también con dicha diferencia genética. Por lo tanto, según Louhelainen, eran parientes.

El primer error

Al fin, y según el experto contratado por Edwards, parecía que el misterio se había resuelto: Jack el Destripador había sido identificado. Así se creía, al menos, hasta que varios científicos entrevistados por el diario británico «The Independent» examinaron las pruebas realizadas por el doctor Louhelainen (las cuales se encuentran explicadas en el libro y no habían sido revisados por ningún tribunal anteriormente) y señalaron que el doctor había cometido dos errores severos en su análisis -uno de nomenclatura y otro de probabilidad- que provocarían que el asesino en serie no hubiera sido desenmascarado aún.

¿Cuáles son los errores? El primero, según Gorostiza, es que la mutación que el doctor Louhelainen creía sumamente rara (la 314.1C) no existe realmente en el ADN de Jack el Destripador. Esto se debe a que el experto cometió un fallo al interpretar equivocadamente los resultados arrojados por el software que analizó las muestras genéticas.

«La nomenclatura es el modo en que indicamos que un individuo presenta una mutación en un punto determinado. De esta manera, se indicó al experto en qué posición se había producido la mutación (posición 315), que tenía una inserción extra (.1) y que esa inserción era una “C”; de modo que se le indicó como 315.1C. Esta posición erróneamente se puede indicar como 314.1C, si uno no sigue las normas de nomenclatura internacional», añade Gorostiza.

Así, la extraña mutación 314.1C era realmente una variante muy común y no suponía un rasgo diferenciador que pudiera unir el ADN de Jack el Destripador con la descendiente de Kosminski. «El caso de la mutación 314.1C no estaba reportado en la población y el investigador lo tomó como un carácter muy raro que le coincidía en ambos individuos (la muestra del chal y la descendiente) Como en las bases de datos no estaba reportado, lo consideró una mutación excepcional. No se dio cuenta de que no estaba reportado porque lo estaba nombrando mal, por eso no le coincidía, porque estaba cometiendo un error», completa la experta en declaraciones a ABC.

El segundo error

Por otro lado, y según los expertos que han tenido acceso a las pruebas realizadas por Louhelainen, el doctor también cometió un error de probabilidad. Concretamente, éste se produjo en el momento de determinar lo rara que era la coincidencia genética del asesino y la descendiente.

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Para hallar este número, se compara el ADN obtenido con el de una base de datos de investigación que contiene haplotipos con muestras de todo el mundo. Al cotejarlo, se puede cuantificar la cantidad de veces que esa muestra coincide con las que hay en el susodicho archivo y, en base a ello, se establece un porcentaje. Así pues, si se coteja con un registro de 100.000 sujetos y sólo es igual a 20 de ellos, tendrá una frecuencia de 21/100.000.

En el caso de Jack el Destripador, el experto falló en este punto. «El investigador introdujo el haplotipo hallado en el chal y en la descendiente para detectar otros posibles individuos con esa combinación de mutaciones y poder así calcular la probabilidad del haplotipo en la población. La cuestión es que en aquel momento la base de datos se calcula que tenía unos 29.000 individuos. Cuando el investigador introdujo su haplotipo vio que no había ningún otro igual, por lo que su frecuencia es de 1 entre 29.000 y no 1 entre 290.000, así que cometió otro error en algún momento de realizar esa comprobación», destaca la experta.

El problema es que este error hacía que la coincidencia les hiciese parientes casi con total seguridad «Una probabilidad de un caso entre 290.000 es mucho más rara que 1 entre 29.000. Esto le reforzaba aún más la compatibilidad entre la muestra del chal y la de la descendiente, puesto que era una probabilidad tan baja que la coincidencia indicaba parentesco y por eso compartían esa mutación rara 314.1C.», finaliza Gorostiza.

Dos preguntas a Amaya Gorostiza

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