Entrevista

Adrián Ríos: «La muerte para el andaluz es una buena muerte»

El sacerdote hace un análisis de la muerte en el mes que dedicamos a la memoria de los difuntos que siguen entre nosotros

Entrevista con el sacerdote Adrián Ríos Raúl Doblado

Francisco Robles

Este sacerdote y periodista analiza el sentido de la muerte según Andalucía en el mes que dedicamos a la memoria de los difuntos que siguen entre nosotros.

Es una región en la cual me siento inserto, una tierra con una cultura muy especial en la que he crecido y que me ha configurado. La tierra no es lo que denomina ese término, es cultura, es familia, el modo de relacionarnos entre nosotros, es historia...

Que la tierra te sea leve, decían los romanos. ¿Qué concepto de la muerte tiene el andaluz?

No somos una cultura en la que la muerte se entienda de forma lúgubre, con desarraigo por la pérdida de un ser querido o la pérdida existencial de uno. Nuestro carácter alegre y optimista lleva al creyente a ver a muerte como un tránsito al más allá, y al no creyente como un agradecimiento a lo vivido.

¿Cómo aparece la muerte en la Semana Santa andaluza?

Es una buena muerte. En primer lugar, la muerte de Cristo es un hecho redentor y liberador, es la entrega por los demás, tiene un sentido bueno y positivo. Es una muerte esperanzada, no tiene sentido de finitud. Además, la expresamos de forma bella y barroca, acaba siendo dulce cuando se contempla en un crucificado en Semana Santa: uno se conforta. San Ignacio lo dice muy claro: Pasión de Cristo, confórtame.

¿Y la muerte según Halloween?

Es una importación cultural que nos llega en un mundo global. Los medios hacen que se propague una cultura que no pertenece a nuestra tierra y que entra de lleno por la vistosidad y el terror, todo eso atrae a niños y jóvenes que la adoptan porque viene provista de estos elementos. Han convertido la muerte en un juego y una fiesta.

¿Y eso es bueno o es malo?

Si se queda en una diversión no hace daño. El problema es que no pertenece a nuestra cultura y que puede banalizarse el sentido de la muerte, que ahí no tiene horizonte esperanzador. Hay que luchar contra estos gigantes con estructuras positivas. Nosotros tenemos la fiesta de Todos los Santos. El papa insiste en la llamada a la santidad como forma de vida, por eso hay que convertir esa fiesta en algo bonito que sea noche de esperanza y vida y no de terror.

Cambio de tercio. La Iglesia sigue ayudando a los pobres y tiene conocimiento de causa. ¿La crisis ha pasado ya?

La crisis, como bien nos dice Cáritas, está remitiendo a niveles macroeconómicos, pero no en lo microeconómico. Seguimos con experiencias de familias sin sueldos, con necesidad de empleo, y por eso se abusa de las personas en las ofertas. No hay empleo de dignidad.

¿Qué le preocupa más de esta situación?

Me preocupa el tema de los jóvenes. Nosotros no hemos crecido en una sociedad sin horizonte de futuro laboral, es frustrante ver cómo terminan las carreras y no tienen salida. Ya están estudiando sin esa esperanza. El panorama laboral va más allá del sustento económico, es la esperanza que tenemos que aportar a los jóvenes.

¿Cómo se toma los escándalos en Andalucía en la formación de empleo?

En los informes de la Fundación Santa María sobre jóvenes se nota que la institución menos valorada es la política. Eso es preocupante porque a los jóvenes de otras generaciones nos gustaba la política como oficio noble, un servicio al bien común. Este tipo de informaciones que hacen públicas esas prácticas producen una crisis de la institución.

¿Cómo se encuentra la Iglesia andaluza de hoy?

Tiene un futuro que purificar en tanto que posee un potencial enorme en la religiosidad popular y en las hermandades y cofradías, pero para eso se necesita aportar formación y espiritualidad y proyectos sólidos de caridad que no nazcan de la jerarquía, sino de los propios órganos que las gobiernan, formadas por laicos como postula el Vaticano II.

¿Las cofradías tienen demasiado peso?

La Iglesia no son solo son las hermandades. Hay un número muy grande de parroquias, movimientos apostólicos y congregaciones que están vivas y responden a necesidades actuales impulsadas por san Juan Pablo II en su llamada evangelización, encuentro con Jesús de muchos que ya estaban, vuelta a la fe de muchos alejados. Aunque las estadísticas me contradigan, la miro con esperanza porque es una iglesia viva y joven.

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