MÚSICA
La noche que Michael Jackson reinó en Marbella
Se han cumplido 30 años desde que el «rey del pop» actuó en el estadio municipal de Marbella ante 28.000 personas en una excéntrica visita a la Costa del Sol
Fue el viernes 5 agosto de 1988. Michael Jackson saltó al escenario y enloqueció a la muchedumbre. El «rey» estaba por primera vez en España. La N-340 se había quedado pequeña. Carreteras atascadas. La Costa del Sol era el epicentro de la música. Fueron 28.000 los afortunados que pudieron presenciar el espectáculo, enmarcado en la gira «The Bad Tour». El estadio municipal de Marbella era el primer auditorio español que acogía al excéntrico genio musical. La entrada costaba 5.000 pesetas . Era el precio a pagar hace 30 años por presenciar la historia. Desvelada en un escenario de mil metros cuadrados, 600.000 vatios de sonido, tres pantallas gigantes y la cantante neoyorkina Taylor Dayne como telonera.
Entre las leyendas de la época están los cinco millones de pesetas invertidos por los promotores del espectáculo para la transformación del vestuario del equipo, entonces en tercera división, en un camerino de lujo con ocho líneas de teléfono privadas, tonos neutros y aire acondicionado. Junto al escenario una gran carpa servía para los canjes de vestimenta del «rey» durante el «show».
Había llegado el día anterior, sobre la una de la madrugada. Un jueves frenético en Marbella. Michael Jackson desembarcó con un fuerte despliegue de seguridad. No quería ser fotografiado. Se atrincheró a la espera de la gran noche. En la suite donde se alojó, las crónicas de la época, cuentan cómo mandó instalar una pista de baile y plantas del plástico. Prohibición expresa de flores naturales que le quitaran el oxígeno en una estancia que costaba 630.000 pesetas por noche. Las pocas salidas que hizo de aquella habitación de 90 metros cuadrados fue disfrazado para no ser reconocido.
Un niño y un mono
Lo hizo en un Ford Orión gris oscuro de alquiler en compañía de un niño británico de diez años . Según algunas crónicas, los padres del pequeño recibieron un Rolls&Royce como obsequio por la compañía. Estas mismas crónicas también narran cómo venía con el peluche de un mono . Era el sustituto que la banda le había regalado por su chimpancé «Bubbles», al que no dejaron entrar en el país, y con el que se le vio tomar el té en la misma gira cuando visitó Japón. Sorprendió que compartiera taza con el simio.
El séquito iba en un microbús para no despertar sospechas y con reservas simultáneas en varios hoteles de lujo. Fue en Los Monteros donde los guardaespaldas, ante la presencia de la prensa, le flanquearon para introducirle en el hotel sin que se tomaran imágenes. No lo consiguieron. Entró con sombrero, bufanda y una chaqueta roja. Allí le esperaba una suite engalanada en negro y oro . Las limusinas y furgonetas con la serigrafía del «rey» esperaban en la puerta, siempre dispuestas a los caprichos del genio .
Pimientos rellenos
Los cristales negros para mover a las 150 personas que le acompañaron entre seguridad, cocineros, médicos privados, sastres, peluqueros o maquilladores. La petición más reseñada fue un equipo para ponerse oxígeno en caso de necesidad. Se justificó como una exigencia médica por un neumotórax de juventud. Un baúl traía los alimentos que iba a comer Jackson en su estancia. El plato estrella del cocinero balinés que le acompañaba eran los pimientos rellenos.
Había ganas de verlo. Se hizo cola durante horas a las puertas del estadio. La impaciencia y las ganas de estar cerca del escenario casi acaban en tragedia. Cuando se abrieron las puertas, comenzaron las cerreras y se produjo una avalancha que acabó con tres personas en el hospital heridas leves . Se encendieron los focos y fue un éxtasis. Una noche inolvidable. Aun se escuchan lamentos de los que no pudieron asistir a esa primera vez irrepetible en España. Luego siguieron Madrid y Barcelona, pero la locura comenzó en una Costa del Sol rendida al «rey del pop».
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