Jesús Cabrera - EL MOLINO DE LOS CIEGOS

Pedro García no defrauda

A lo largo de la historia ha habido anticlericales cultos, documentados y brillantes en las formas. No como el edil de Turismo

Jesús Cabrera
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Es una verdadera pena que Pedro García sea tan esquivo con los medios de comunicación locales y que nos prive a menudo de esas ocurrencias tan divertidas que salpican la monótona y lánguida actualidad local. Cuando el primer teniente de alcalde se abre de capa, el silencio se hace en los tendidos y si encima se viene arriba por algo relacionado con la Iglesia católica, ya tiene sin titubeos el aplauso de su parroquia. Las faenas del líder de IU son así de simples y previsibles, pero así de divertidas. La lástima es que cada vez se prodigue con menos asiduidad.

El otro día, al aprovechar que su formación celebraba en Córdoba el 28F, pensó que tendría su momento de gloria asegurado al contar con un eco superior al habitual.

Se gustó a sí mismo hablando de la Mezquita-Catedral, cómo no, y lanzó aquello de que el monumento «pertenece a un estado extranjero» sin esperar la reacción contraria que provocó. En vez de crispar a quienes ya están cansados del asunto y esperan que cuanto antes se dé el carpetazo definitivo para frenar el daño que se está ocasionando a la ciudad, no se encontró otra cosa que la guasa honda que esta ciudad reserva para las grandes ocasiones.

No hubiera ocurrido nada si esta afirmación se hubiera lanzado en una asamblea de IU o en uno de los círculos de Ganemos/Podemos, si es que siguen existiendo. Se hubiera interpretado como algo muy propio de su folclore. Pero que el primer teniente de alcalde, responsable de turismo y, encima, licenciado en Historia, trate de llamar la atención de este modo no merecía otra respuesta que la coña marinera que se desplegó por las redes sociales y que el siempre acertado Vic sintetizó en una viñeta en la que dos guardias suizos custodiaban una barrera aduanera en la misma Puerta del Perdón.

Pero en esta ocasión Pedro García no ha sido original del todo, ya que ha tirado del añejo argumentario de su formación a la hora de tratar este asunto. El exportavoz de su formación en el Congreso de los Diputados José Luis Centella ya habló hace años de lo del «estado extranjero» y tampoco, para su frustración, logró levantar las ampollas que esperaba, pese a que aquel día se esforzó y tuvo hasta un intento fallido de sonrisa. Conociendo el paño, no sería de extrañar que vuelvan a las andadas intentando enervar al personal, pero se encontrarán de nuevo con la ironía como respuesta.

El problema de quienes alientan la expropiación de la Mezquita-Catedral es que no están acostumbrados al humor. Su anticlericalismo bebe de las fuentes del resentimiento, por lo que siempre resulta chato, ramplón, insignificante y tristón. A lo largo la historia ha habido anticlericales cultos, bien documentados, originales en el fondo y brillantes en las formas. Muchos de ellos, casi todos, disfrutaban del sentido de un lúcido sentido del humor que les ha hecho pasar a la posteridad. No hace falta remontarse a José Francisco de Isla o a Félix María de Samaniego para divertirse con sus sátiras anticlericales, pues en todos los tiempos se ha cultivado con altura este género. A lo mejor, la falta de lecturas hace que este colectivo que después de llevar años dando la lata con lo del «bien público» no sea capaz de concretar qué institución es la que quieren que gestione el monumento en vez de que lo hagan los siempre malvados curas. Lo mejor que pueden hacer es echar mano de dos autores más recientes, como André Gide o Roger Peyrefitte, para asumir desde el humor anticlerical los reveses que la justicia ya ha dado a esta polémica tan estéril como dañina.

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