Natividad Gavira - PUERTA GIRATORIA

Participación intervenida

Depende de quién protesta hay comisión municipal o no

Natividad Gavira
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Algunos vecinos del barrio de Huerta de la Reina lo están pasando muy mal. Viven amenazados en sus propias casas, indefensos y sometidos a la dictadura de una participación ciudadana intervenida por la política, esa que implica silenciar sus problemas a favor de un único discurso de representación vecinal: si eres de los nuestros tu problema será objeto de estudio y comisión municipal, de lo contrario tus reivindicaciones no tendrán traslado y habrás de procurar tu propia defensa.

El barrio estaba destinado a la plena integración con el centro de la ciudad una vez borrada la separación que imponían las vías del tren en la ciudad. Contaban con una estructura vecinal fuerte, era gente obrera y honesta que hasta ese momento interpretó que se contaba con ellos.

Tiempo después su situación ha cambiado y han de batirse el cobre con ocupantes de viviendas plenos de derechos y legitimados por cierto discurso municipal, expuestos a los rigores del botellón, a los pisos convertidos en negocios nocturnos, a robos y al miedo.

Cuando el haz de inconvenientes para una convivencia razonablemente cívica es presentado ante los dirigentes vecinales, éstos anuncian que han de pasar por el filtro de la ideología sus peticiones y dependerá mucho de la respuesta que se les ofrezca en Capitulares obrarán en consecuencia. Así, se detiene toda comunicación con los que tiene la obligación de atender sus quejas. Se rompe la cadena de trasmisión y deja sin acción su protesta. Si la oposición municipal da a conocer la situación de esta parte del vecindario y exige medidas, entonces, irremediablemente, tienen que soportar la calificación de sectarios y se ven obligados a seguir en una pelea cuerpo a cuerpo, a solas.

Estos vecinos aseguran ser rehenes de la permisividad municipal cuando se han denunciado ocupaciones o se han producido robos que no han podido demostrar, insultos que no se registraron en ningún sitio y amenazas que nadie escuchó. En los últimos meses han comprobado el deterioro de los únicos jardines de que disfrutan a manos de desaprensivos y la indiferencia municipal ha sido la tónica dominante. Algunos de estos vecinos resisten a duras penas en el lugar donde crecieron sus hijos aunque quisieran huir de un barrio que ha dejado de ser suyo desde que allí anidó la complacencia política respecto a algunas prácticas. No pueden mudarse en tanto que ya son padres de universitarios y antes de todo necesitan afianzar el futuro de los chicos. Una mudanza escapa a sus posibilidades.

Es el drama de familias a las que nadie representa, son las minorías no protegidas que no alcanzaron a conciliar sus peticiones con el discurso políticamente correcto. Viven sometidos a un doble exilio, el del silencio y el del miedo. La participación ciudadana es el gran reclamo del este Ayuntamiento que no encuentra donde ubicar a los impares. A los que no procuran votos ni están dispuestos a renunciar a su libertad.

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