Pasar el rato

Inmersión lingüística

Consiste en meter la cabeza del alumno bajo el agua del idioma autonómico, y apretar hasta la asfixia del entendimiento

El Ministerio de Educación sobre el acuerdo para el catalán en las aulas: «Nosotros no tenemos nada que decir sobre esta cuestión»

El Govern ignora el 25% de castellano en las instrucciones para el próximo curso

La alcaldesa de Barcelona Ada Colau (c) junto a otros asistentes al festival Sónar, el pasado jueves en Barcelona EFE/Alejandro García
José Javier Amorós

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Ahíto de gloria autonómica , cambio de argumento territorial para el artículo de hoy. Distanciarse de la propia grandeza ensancha los horizontes del cerebro, sin que disminuyan los mejores sentimientos andalucistas. Vuelvo excepcionalmente a la republiqueta , que tenía uno muy descuidada la ridiculez independentista. Y «el ridículo es la prueba de la verdad», sostiene mi admirado lord Chesterfield , porque pone a la vista las debilidades de una causa. La palabra desmiente la imagen, para bien o para mal. Es la segunda impresión que recibimos de una persona, pero puede modificar la primera, que es el aspecto. Sorprende que la gente cuide más su apariencia física que su vocabulario , dando por supuesto que para hablar se apaña uno con cualquier cosa. Muchos gorditos políticos y artísticos pasan por el quirófano para quitarse la grasa de la barriga, pero no pasan por los libros para liberarse de la mantecosidad de la ignorancia, que sofoca las neuronas. Y los libros hacen los labios, según un adagio de origen escolástico. No se aprende a hablar bien porque no se enseña a hablar bien. Los profesores, de donde debería venir casi todo, se las arreglan para alimentar la cabeza con cualquier palabra, porque creen que lo fundamental es hacerse entender. Hablar de cualquier manera, con tal de que se entienda, es una falta de respeto, también a uno mismo. Como presentarse vestido de harapos en una recepción en el Palacio Real, cuidando únicamente de cubrirse las partes «por do más pecado había». Todo el sistema educativo debería desembocar en el lenguaje , en el conocimiento y el uso garboso y vigoroso del lenguaje. Que es muy diferente de la tontita inmersión lingüística catalana , con la que los estudiantes no aprenden español , pero tampoco aprenden catalán. Una sólida y vieja lengua en la que han creado belleza escritores como Jacinto Verdaguer, Juan Maragall («Escucha, España, la voz de un hijo / que te habla en lengua no castellana»), Salvador Espriu, José Pla, Néstor Luján, entre tantas otras inteligencias literarias deslumbrantes. A los estudiantes inmersos se les hace creer que la lengua materna es ese sonido almidonado con que se comunican Ada Colau , el consejero de Educación de la republiqueta y el profesor abducido por un empleo fijo y una patria variable. Un inmerso es un disminuido cultural. Y así va Cataluña, camino de alcanzar la independencia en la estupidez, que es la venganza del lenguaje. La inmersión lingüística es el ahogamiento político de la inteligencia . Consiste en meter la cabeza del alumno bajo el agua del idioma autonómico, y apretar hasta la asfixia del entendimiento. Cuando el alumno logra sacar la cabeza al mundo, para respirar, descubre en los manuales que España es tierra extraña, poblada por mala gente, con un idioma pobre e inexpresivo, maltratadora histórica de Cataluña. Entonces acude a la ventanilla de asuntos rusos de la republiqueta, para apuntarse a la guerra contra España. Detrás de él, su madre le susurra: No te olvides de preguntar cuánto pagan, Jordi, que este mes vamos un poco justos de ideales.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación