Cartas a Córdoba

Arqueología maltratada

El horno almohade de las Ollerías se ha convertido en un basurero

Estado del horno del siglo XII F. S. M.
Francisco Solano Márquez

Francisco Solano Márquez

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Querida Córdoba : Como suelo decir, pasear por tus calles proporciona muchos deleites pero también bastantes disgustos. Y es que no hay rosas sin espinas. En 2003, cuando la empresa Vallehermoso emprendió la construcción de 156 viviendas en uno de los últimos grandes solares que quedaban en tu avenida de las Ollerías, aparecieron varios hornos almohades de los siglos XII-XIII. Con santa paciencia y sabiduría los arqueólogos hurgaron en la tierra para buscar las huellas de nuestra historia pasada, y como fruto visible de su esfuerzo recuperaron un alfar de barras, que en junio de 2009 inauguró el alcalde Andrés Ocaña . Pero si hoy levantara la cabeza el buen Ocaña se espantaría al ver aquello totalmente abandonado, Córdoba, una herida más por la que sangras provocada por la incuria y la saña destructora.

Hace años tuve la suerte de visitar el horno en el curso de un paseo cultural organizado por los Amigos de los Museos , cuando aún estaba pulcro y presentable. Fue un descubrimiento gozoso, una ventana por la que asomarnos a un vestigio industrial de tu siglo XII, Córdoba, que venía a confirmar el origen del topónimo Ollerías que se le dio tradicionalmente a la avenida. Y ahora, años después, he vuelto allí una tarde y es irreconocible. El horno circular es comparable hoy con un cubo de basura al que hijos tuyos, bárbaros e incultos, han ido arrojando latas de refrescos, botellas y otros desperdicios que acabarán colmatándolo. Y como nadie limpia aquel pozo de la vergüenza -¿dónde está la diligente Sadeco?- la basura llama a más basura.

Pero no solo basura, Córdoba. En el recinto, delimitado por una verja, crece un yerbazal que tapa otros vestigios tan necesarios para la lectura arqueológica del yacimiento ; ¡con lo fácil que sería tratarlo periódicamente con algún herbicida eficaz! Eficaz y respetuoso con el medio ambiente, claro, no quiero ganarme la enemistad de los ecologistas, pues también lo soy. Junto al yacimiento un panel metálico que en su origen informaba del horno está hoy ilegible, tachado por pintadas furiosas de émulos de Atila, un horror, Córdoba.

Contrasta tan doloroso abandono con el costeado diseño de la cuesta, bautizada como Héroes de Chernóbil, un desnivel que desde Ollerías asciende entre bloques de modernas viviendas hasta la calle dedicada a Eugenio D’Ors -qué diría el sabio filósofo de esa barbarie-, cuyas escaleras alternan con plataformas de césped y esbeltos cipreses, de modo que el contraste resulta más doloroso, como si la autoridad se hubiera desentendido por completo de su obligación vigilante y cuidadora de semejantes tesoros. Una vergüenza, querida Córdoba, dicho desde el dolor y la impotencia. ¿Por qué no aprenden del alfar romano que excavó y conserva el supermercado Aldi en el Brillante? Una nueva lección de los alemanes.

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