Gentestilo

La fiesta del príncipe Joaquín de Bélgica en Córdoba que disparó todas las alarmas

El joven noble belga se saltó el confinamiento para reunirse con su novia cordobesa en una finca de Hornachuelos y una vivienda de Córdoba

Victoria Ortiz Martínez-Sagrera en un viaje ABC
Francisco Poyato

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El Carmelo de San Calixto es un monasterio aislado del mundanal ruido en plena Sierra Morena cordobesa . Fue instaurado en 1956 en recuerdo de los cientos de ermitaños -algunos quedan todavía- que habitaron estos parajes del municipio de Hornachuelos desde el siglo XVI . Un remanso de paz y pura naturaleza donde el espíritu transita de otra manera. Allí pasaron parte de su luna de miel, en el verano de 1960, el Rey Balduino de los Belgas y la aristócrata española Fabiola de Mora y Aragón .

Sesenta años después de aquel viaje, y a poco más de 30 kilómetros de ese punto, un sobrino-nieto de la pareja real, el Príncipe Joaquín de Bélgica (28 años), hijo de Astrid, la hermana del actual monarca, se dejaba llevar por la brisa del atardecer de la Vega del Guadalquivir en una finca llamada Montealto. Sus propietarios, el matrimonio Antonio Ortiz y María Victoria Martínez-Sagrera, ofrecían una merienda de bienvenida al joven, que se reencontraba con Victoria Ortiz (28), su novia e hija de los dueños. También, ante la presencia de doña María Victoria Eguilaz De Prado, la distinguida abuela de la joven abogada y diseñadora cordobesa.

Nada hacía suponer entonces a todos los allí presentes, una docena de personas, que días más tarde daría la vuelta al mundo ese encuentro de la joven pareja que se conoció en Bruselas hace algo más de cinco años a través de amigos comunes, cuando ella cursaba unas prácticas con una eurodiputada búlgara en el Parlamento Europeo y él daba sus primeros paso profesionales como analista financiero.

La pareja, en Londres

El positivo de Covid-19

El positivo de coronavirus de Joaquín, testado días después, y una errónea interpretación de la concentración de los contactos mantenidos en su estancia en Hornachuelos y luego en la capital cordobesa, en un chalé del barrio residencial de El Brillante , hicieron saltar todas las alarmas de la Junta de Andalucía. Su departamento de Salud activó la alerta por un posible rebrote, instando al Gobierno a investigar una supuesta fiesta con 27 personas (excedía el límite permitido). El príncipe belga dio positivo (en la mañana de ayer, se confirmó un segundo positivo) y el posterior rastreo de la Policía ha dejado en agua de borrajas unos hechos que llevaron al primer plano internacional el viaje a Córdoba del noble, el pasado domingo 24 de mayo, saltándose, eso sí, el obligado confinamiento de 14 días tras recalar en España (por lo que podrá ser sancionado). Él mismo lo admitió y pidió disculpas por unas circunstancias que han generado todo tipo de elucubraciones.

Toda esta rocambolesca historia ha terminado por poner el foco en la relación de Joaquín y Victoria , y, llevando la vista hacia atrás, de nuevo, para rememorar la llegada de otra española a la Casa Real belga , como ya sucediera con la querida Fabiola. Tras un lustro de relación nadie se aventura a afirmar que esta abogada y diseñadora pueda llegar al altar convirtiéndose en Princesa y Archiduquesa de Austria-Este, título que ostenta Joaquín (noveno en la escala de sucesión al Trono) por parte de padre -su madre es la segunda hija de Alberto II, quien abdicó en favor de su hijo Felipe I en 2013.

Victoria Ortiz Martínez-Sagrera saltó a los medios en 2017 cuando acudió a la boda de la princesa belga Eliane de Merode, acompañando al que ya era su pareja. «Es encantadora, cariñosa, guapa y prudente. Nada pretenciosa». Así la define un integrante de su círculo de amistades, con algunas de las cuales compartió el pasado 26 de mayo una fiesta en su casa familiar de Córdoba, origen de la polémica de estos días.

Estudiante del mundo

Canadá, España, Francia, Estados Unidos, Inglaterra, Bélgica e Italia componen la ruta académica de esta abogada reconvertida ahora en diseñadora de moda, una de sus grandes pasiones, junto a los caballos, y que perfila en Milán y su Instituto Marangón tras cuatro años formativos y profesionales en Londres (The Conde Nast College of Fashion and Design y la revista «Vogue»).

Victoria, segunda por la izquierda sentada, junto a sus compañeros de un curso de moda

Antes pasó por el Lakefield College de Ontario (Canadá) -el mismo donde estudió el Rey Don Felipe -, graduándose en Derecho por la Universidad San Pablo CEU de Madrid y cumplimentando una serie de prácticas y cursos Erasmus en Lille (Francia) o Yale ( Connecticut, EE.UU.). Habla varios idiomas. Su carrera profesional como abogada tuvo sus primeros pasos en la y, en 2014, como ejecutiva de desarrollos para Fever Tree en Londres (empresa de bebidas premium). Pero su verdadero sueño, con la abogacía aparcada, es la moda.

Victoria viene de una de las familias más importantes de la alta sociedad agraria andaluza, los Martínez-Sagrera . Un cruce, en su origen, de un agricultor de Palma del Río bien posicionado, Eloy Martínez Liñán, y una familia de la burguesía catalana que recaló a finales del siglo XIX en esta comarca cordobesa. Catalina Sagrera, hija de un hábil perito agrícola, contrae matrimonio con Eloy. «Un buen agricultor y un buen contable» unen sus fuerzas y desarrollan una saga que hoy es referencia para el mundo agro andaluz y extremeño, donde tienen la mayoría de sus propiedades. «Trabajadores, serios, prudentes y muy discretos». Así define el mundo agrario cordobés a esta familia dueña de numerosas y extensas fincas donde también se celebran importantes monterías .

Eloy y Catalina tienen seis hijos. Juan Manuel Martínez-Sagrera, el quinto, es piloto en el Ejército con sede en Tablada (Sevilla). Conoce a María Victoria Eguilaz de Prado. Poco tiempo después de casarse, Juan Manuel muere en un accidente aéreo. Su esposa estaba embarazada de su única hija, a la que llamará María Victoria. Abuela, madre y nieta hacen gala del mismo nombre y de una entrañable relación. Doña María Victoria fundó Adevida, una organización que en Córdoba ayuda a las mujeres embarazadas sin recursos. «Una mujer muy comprometida, culta y encantadora, como su nieta», señalan a ABC conocidos de la familia. El legado de su marido fallecido les dejó Montealto, la finca de unas 300 hectáreas situada entre Palma del Río y Hornachuelos y dedicada a cultivos como naranja, olivar, almendra y, en otra parte, vacuno.

Es Antonio Ortiz, el padre de la joven cordobesa, quien lleva la gestión de estas tierras y otra finca mucho más vasta (Navallana), situada en el eje del Guadalquivir , en la localidad de Villafranca de Córdoba y con 900 hectáreas de superficie. Curiosamente, una de las propiedades donde la Junta de Andalucía ha liberado en muchas ocasiones linces ibéricos. Antonio es médico, pero no ha ejercido. Proviene de otra familia cordobesa de vocación sanitaria y con una afición también desmedida por los caballos representada por un tío de Victoria, que ha gestionado clubes hípicos, y por donde empezó el amor ecuestre de la mayor de la familia. Victoria vive, pues, a caballo de un sueño real.

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