LA MATRACA

LA MESA 31

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La mesa 31 del Servicio Público de Empleo Estatal de la calle Jávea en Alicante la habita Manuel. El cometido de este funcionario, desde que inicia su jornada hasta que echa el cierre, se ciñe a ver pasar por delante de su puesto a decenas de parados para «fichar» presencialmente. Ante la sorpresa inicial de muchos cuando les comunica que deben presentarse durante una semana completa para la firma, a Manuel tan solo le queda como recurso excusarse en el cumplimiento de órdenes superiores.

Por la mesa 31 del SEPE pasa diariamente una señora con muletas que casi no puede ni andar. Pese a ello, no deja de acudir ante el temor de perder la prestación. Si nos atenemos a lo manifestado por la ministra de Empleo, Fátima Báñez, hemos de suponer que esta medida se ideó con «sensibilidad» por un Gobierno que actúa con «comprensión».

Pero por mucho que nos cuenten el esfuerzo reformista, esa normativa abusiva evidencia voracidad recaudatoria del Estado al intentar ahorrarse el pago de la prestación contributiva de todo aquel que se despiste a la hora de signar.

Desde luego, establecer cierto control ante un posible fraude resulta conveniente. Fórmulas de control hay muchas. En Gran Bretaña, por ejemplo, quienes reciben una prestación están obligados a presentarse cada 15 días en su oficina de empleo. Sin embargo, la imposición de acudir durante toda una semana a fichar, sensibilidad, lo que se dice sensibilidad, no denota. Más bien al contrario, pues convierte al parado en un sujeto vigilado que durante cinco días laborables no podrá dedicarse a su principal cometido, que no debería ser otro que el de encontrar trabajo. Y esto es así porque la espera para rubricar la firma en la mesa 31 puede alargarse horas. Ni Bárcenas está obligado a ir todos los días al Juzgado.

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