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Nibali y Horner, el duelo de águilas
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VUELTA

Nibali y Horner, el duelo de águilas

En seis ocasiones le atacó el italiano al líder, que le dejó hacer hasta que se hundió

15.09.13 - 00:55 -
Nibali y Horner, el duelo de águilas
Kenny Elissonde sonríe tras ganar una épica etapa. / Afp

La niebla que cubría el alto de el Angliru permitía solo distinguir siluetas de ciclistas. Costaba identificar a los corredores que iban llegando, destrozados por el esfuerzo, en un goteo incesante de nombres a una meta parecía perdida en el fin del mundo, en la que ganaba un francés de 22 años, Kenny Elissonde.

Chris Horner, que este domingo ganará la Vuelta a España en Madrid, ha sido el mejor escalador que ha tenido la carrera, con mucha diferencia. Cuando una prueba tiene once llegadas en alto, de más o menos dureza, el equilibrio que debe de tener toda prueba ciclista se desequilibra.

Es cierto que gana el espectáculo, pero también se corre el riesgo que de surga un ciclista en un estado de gracia especial, el mejor de toda su vida en este caso, aunque Horner dice en otras pruebas también ha estado al mismo nivel, y deje sin focos a quienes debían de ser protagonistas. Sólo en dos de las llegadas en alto que ha habido, en Valdepeñas de Jaén y en La Gallina, Nibali ha sido mejor que Horner. Le sacó diez y cuatro segundos en cada una de ellas.

Nibali marco su territorio en la contrarreloj y con esa renta ha ido viviendo hasta que en Peña Cabarga, el Naranco y el Angliru, esos segundos han terminado por esfumarse día tras días.

Decíamos que Nibali parecía ir a menos a medida que se sucedían las etapas del norte. Y sí, ha ido a menos, pero tuvo la dignidad de dejarse la hiel en un puerto imposible, planteándole una carrera abierta a Chris Horner, lo que resultaba una temeridad.

Vimos a un Nibali más entero de lo que se esperaba, que tuvo arrestos, que no quiso esconderse, ni tampoco asegurar el segundo puesto, y limitarse a estar, sin más.

Jugó a la ruleta hasta en seis ocasiones, a la ruleta de buscar algún tipo de desfallecimiento en Horner, y también de pagar el atrevimiento que tuvo. Probó una y otra vez, sin desfallecer. Daba igual que la pendiente fuese más o menos pronunciada. La agonía era tal que poco importaba.

Cogía unos metros Nibali; Horner se quedaba y bailando encima de la bicicleta iba a por él, le atenazaba. Así, una y otra vez. De vez en cuando, Nibali miraba hacia atrás y veía a su sombra de rojo, que le dejaba hacer. Los demás no contaban. Valverde que se quedó a cinco kilómetros. Luego volvería a enlazar.

Horner le dejaba hacer a Nibali, pro nunca salía a por él. Iba madurándole, minándole, física y psicológicamente. Hasta que llegó su momento, entre la niebla, sin poder verse nada de lo que pasaba. Cuando Horner comprobó que su rival ya había dado todo lo que podía le atacó. Le bastó con un sólo intento. No necesitó más.

Fue una caza sin piedad, una lucha desigual, en un deporte que no admite concesiones. Y Horner se fue fue hacia una meta donde el triunfador era un francés que mide 1.62 y pesa 52 kilos, Kenny Elissonde.

Horner no tenía ni referencias de lo que pasaba. Sólo sabía que había que subir lo más rápido posible y realizar el último esfuerzo para ganar una carrera en la que no aparecía en ningún pronóstico cuando comenzó la Vuelta.

El duelo entre Horner y Nibali resultó dramático. Se intuía como iba a terminar todo, aunque siempre queda una duda. Por eso atacó el otro gran protagonista de la carrera, para comprobar si encontraba alguna grieta en el cuerpo pálido que tenía a su lado. No había ninguna.

Valverde cedió y Purito Rodríguez, que volvió a atacar, en cuanto vio que ganar la etapa era imposible, se dejó ir. No quedaba mucho más margen para más. El Angliru es uno de esos puertos en los que si tiene un momento de debilidad no hay forma de poder darle la vuelta al cuerpo. Nuevamente ganaba un corredor que se había metido en una escapada, como ha sucedido en los Pirineos.

La Vuelta a España va a tener un ganador que en octubre cumplirá los 42 años, un vencedor que ha sido el mejor en la carretera y al que nadie ha conseguido poner en apuros en ningún terreno, ni siquiera en un abanico. El Angliru es la metáfora perfecta de lo que ha sido la Vuelta, un quiero y no puedo por parte de los rivales de Horner.

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Horner entra en la meta. / Efe

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