Vincenzo Nibali es un ciclista de raza, un campeón, uno de esos ciclistas que conociendo lo que le iba a esperar en los kilómetros finales, se la jugó, con ataques suicidas, de lejos, buscando la complicidad de Tiralongo y Fuglsang.
Intentó sorprender a Chris Horner en ¡seis ocasiones! Hay que ser muy buen ciclista, tener mucho orgullo, para jugársela a perder todo, el podio, tentando al hombrre más fuerte de la prueba. Nibali al ataque y Horner frío como un témpano, esperando su momento, dejando que el ganador del Giro regase de sufrimiento unas pendientes insufrible, en una caza despiadada, preciosa para ver, pero cruel. Horner le dejó hacer a Nibali, una y otra vez, hasta que en el kilómetro y medio final atacó para sacarle 33 segundos en la meta.
No quería llegar con el italiano a los últimos quinientos metros, que eran en bajad. Significaba correr muchos riesgos. El planteamiento de Horner resultó ideal. Para poder hacerlo hay que estar muy fuerte, tener mucho aplomo y saber que todo iba a quedar en un mano a mano entre ellos puesto que Valverde y Purito Rodríguez, aunque lo intentaron, estaban un punto por debajo de ellos.
Horner, a los 42 años, está a una etapa de convertirse en un ganador histórico de una carrera de tres semanas. Ha sido el mejor, nadie le ha regalado nada. Su triunfo es una sorpresa, es cierto, pero si se analiza con un poco más de profundidad se ve, sin quitarle ningún mérito, que Nibali no ha estado al mismo nivel que en el Giro, mientras que Valverde y Purito tampoco han mostrado el mismo rendimiento que en el Tour. Están delante porque son buenos ciclistas. Les ha faltado la frescura de su mejor momento. Cuanta más dureza tiene una carrera, más favorecido sale el corredor que está en mejor forma. El Angliru fue de nuevo un espectáculo, pero en cualquier momento se convertirá en un drama, por el descontrol que hubo en la subida y el comportamiento de muchos ¿aficionados?, que tirarán a algún ciclista que se esté jugando la carrera. Y entonces llegarán los lamentos.
