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El viceprimer ministro turco acusa al Papa de «mentalidad de cruzado» por recordar el genocidio armenio

Niega la matanza de millón y medio de civiles en 1915

NVIADO ESPECIAL A EREVÁN, ARMENIA Actualizado: Guardar
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Como réplica malhumorada a las referencias del Santo Padre en Armenia al genocidio de 1915, el viceprimer ministro turco Nurettin Canikli, ha calificado de «muy desafortunado que e l Papa haga esas declaraciones».

Metiendo en el mismo saco el Brexit y los comentarios de Francisco, Canikli afirmó que «so n signos desafortunados de la mentalidad de cruzado, que se refleja tanto en el Papa como en la actividad del papado».

El viceprimer ministro turco llega incluso a decir que « la declaración del Papa no es objetiva y no es consistente con la realidad. Todos lo sabemos, el mundo entero lo sabe. Y los armenios también lo saben».

Según Canikli, tanto el reconocimiento del genocidio llevado a cabo el pasado 2 de junio por el Bundestag alemán como las referencias de Francisco el viernes y sábado en Armenia no se corresponden con los hechos históricos sino que «son declaraciones políticas, basadas en factores religiosos».

En abril del pasado año, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, reaccionó con palabras despectivas contra el Papa a raíz de la conmemoración del centenario del genocidio armenio en una solemne ceremonia en la basílica de San Pedro con la presencia de los tres patriarcas y del presidente de la Republica de Armenia.

En esa ceremonia, el Papa calificó la sistemática operación de exterminio como «el primer genocidio del siglo XX», siguiendo la expresión utilizada ya por san Juan Pablo II. En una clara invitación a Turquía, Francisco añadió que «esconder o negar el mal es como dejar que una herida continúe sangrando sin medicación».

Su mensaje no logro ningún efecto. Turquía mantiene su negacionismo de hechos plenamente conocidos por los historiadores y cada vez más por el gran público a medida que el negacionismo mantiene viva la polémica.

La deportación masiva de los armenios, iniciada en abril de 1915, no tenía por objetivo llevarles a campos de concentración en Siria sino hacerles morir en el camino. Era un plan ideado por los Jóvenes Turcos para deshacerse de casi millón y medio de armenios ortodoxos, cristianos y filorrusos, pues temían un movimiento de independencia como el que había triunfado en los Balcanes.

La «solución» que permitiría llegar a un estado étnicamente turco y religiosamente musulmán era matar a todos los armenios. Aunque el exterminio comenzó por casi millón y medio de armenios ortodoxos, las autoridades incluyeron también en el crimen a 85.000 armenios católicos, que no eran filorrusos sino patriotas.

Las potencias europeas, enfrascadas en la Primera Guerra Mundial, apenas hicieron caso. Años después, cuando planeaba el exterminio de todos los judíos del Reich, Hitler preguntó cínicamente a sus colaboradores «¿Quién se acuerda del genocidio armenio?».

Vaciando un pueblo tras otro, el ejército turco solía matar a buena parte de los hombres y obligar a ponerse en marcha, casi sin provisiones, a las mujeres, niños y ancianos, que iban desfalleciendo a lo largo del camino o bien en paradas que eran en realidad «morideros» instalados en la ruta.

Las personas que sobrevivían a las «marchas de la muerte» terminaron en lugares lejanos del desierto de Siria, concretamente en Deir Azor, donde perecían por el hambre y los cambios de temperatura. Apenas el tres por ciento de los «deportados» sobrevivió a la operación.

No solo hay multitud de relatos escalofriantes sino que el Papa Benedicto XV, con la ayuda de Alemania y de Austria, escribió al Sultán Mohamed V, jefe del Imperio Otomano, para pedirle que pusiese fin a esa atrocidad.

El sultán negó que se estuviese cometiendo una matanza. En su carta de respuesta a Benedicto XV afirmaba que, por desgracia, «es imposible distinguir entre los elementos pacíficos y los rebeldes».

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