«Está claro que el mundo necesita los valores que representa el Papa»

«Hemos venido a vivir esta experiencia de fe, tenga las consecuencias que tenga». Así de claro expresaban este miércoles su preocupación cero por la seguridad los jóvenes de la diócesis de Solsona, cuyo acento se diluía en el mosaico de lenguas y banderas que ha tomado ya el centro de Cracovia y entre el que destacaban sin duda los colores de la bandera francesa.

«Es impresionante, todas las muestras de apoyo que estamos recibiendo, nos paran por la calle jóvenes de muchos países para mostrarnos su apoyo... ¡Gracias hermanos! Nos hace sentir una gran fuerza», expresaba emocionada una joven de Estrasburgo. Johanes, llegado desde Múnich, concluía que «está claro que el mundo necesita los valores que representa el Papa».

El atronador paso de los cinco helicópteros del ejército polaco que sobrevolaban constantemente el centro de la ciudad interrumpía por momentos el festival de rock cristiano a orillas del Vistula. «En nuestro planing teníamos previsto cenar algo, pero no podemos comer más. Nos han acogido familias polacas que ¡mimadre! ¡qué cantidad de comida nos preparan a diario!», se admiraba entre el público del festival Rogelio, un joven de Méxido DF que por primera vez asistía a una JMJ.

«Todo esto que estamos recibiendo, todo eso que nos está llenando, es la preparación para escuchar lo que va a decirnos a cada uno de nosotros el Santo Padre. Preparaos para recibir un mensaje personal, que hable de vosotros, de vuestra vida, de esa pregunta que lleváis dentro», improvisaba una catequesis bajo el puente de Most Grundwalzki el padre George, ante un grupo de peregrinos estadounidenses.

«Está viviendo algo muy especial»

Por la mañana, otro joven de 77 años, el cardenal Stanislaw Dziwisz, arzobispo de Cracovia, había oficiado una misa multitudinaria de bienvenida en la que llamó a los peregrinos a «no dejar que se apague la llama de la misericordia». Amigo personal de Juan Pablo II, Dziwisz «está viviendo algo muy especial, reviviendo algo muy importante en su vida”, comentaba la hermana Jirina, una estrecha colaboradora en el Obispado que confiesa que el cardenal está tan emocionado que lleva varios meses sin dormir bien.

«Llevamos en Cracovia solo unas horas y ya hemos visto varios milagros», bromeaba León, un seminarista checo, «esta mañana perdimos las bolsas de la comida pero se multiplicaron los panes y las salchichas y esta tarde hemos visto bailando juntos a un grupo de jóvenes rusos con un grupo de jóvenes ucranianos... debe ser el espíritu Francisco».