Raquel Revuelta
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Vacaciones Inolvidables

Raquel Revuelta: Paseos a caballo, pájaros y fiestas en la piscina

La modelo y empresaria llegó a la casa de veraneo familiar para pasar los meses estivales con siete años. Luego se mudaron allí todo el año y no se marchó hasta que cumplió 28 y era ya una mujer casada

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Los Revuelta veraneaban al principio en la playa. Iban a Fuentebravía, en El Puerto de Santa María (Cádiz). Pero al padre se le cruzaron su amor por el campo con su gusto por la construcción y tomó una decisión que cambió los veranos de la familia para siempre: levantar una casa en Valencina de la Concepción (Sevilla). Ese es el escenario de los veraneos que Raquel Revuelta recuerda con más cariño.

«Recuerdo con mucho cariño mi primera comunión, que celebré allí»

«Empezamos a veranear allí cuando yo tenía siete u ocho años». La casa, rememora, «nunca estuvo acabada del todo». Su padre siempre tenía algo que tirar, que rehacer, que montar. «Él, a su antojo, iba construyendo y deconstruyendo.

Ahora tiraba una zona, ahora aquélla otra. Y así iba haciendo la casa a su gusto. Como él quería».

Raquel habla hoy con mucho cariño de su infancia en Valencina, pero reconoce que al principio la idea de ir a esa casa no le hacía ninguna gracia: «Los hermanos relatábamos muchísimo de pequeños cuando nos decían que había que ir. Con los años la cosa cambió y ha sido un referente en nuestra vida». El referente de Valencina no es solo de los Revuelta: «Esa casa la recordamos mis dos hermanos, nuestros amigos y yo. Todos echamos de menos las fiestas, la piscina, las cenas, los cumpleaños...». Y había fechas que se le han quedado para siempre en la memoria: «Recuerdo con mucho cariño mis cumpleaños allí y también mi primera comunión. Mis padres pusieron piñatas de las de verdad, de barro ¡Figúrate qué barbaridad, que teníamos que romperlas a palazos!»

Raquel evoca esos verano que tienen mucho que ver con los animales y la naturaleza. «Mi padre construyó una pajarera enorme. Los domingos íbamos al mercado de animales que ponían en la Alfalfa y llenamos la pajarera de mandarines y otras aves. Me encantaba meterme allí a ver a los pájaros». Al estar en medio del campo, tenían también unos caballos. «Mis tíos venían muy temprano por la mañana para montar y dábamos paseos larguísimos».

La casa de veraneo de los Revuelta pasó a ser con los años su domicilio habitual. Cuando la modelo y empresaria tenía unos 15 años, se trasladaron allí a vivir definitivamente todo el año. Lo que primero fue el refugio para el calor acabó siendo el hogar familiar. Y más aún: cuando los hermanos se iban casando, se «independizaban» en unos apartamentos que hizo su padre en la parte alta de la casa. Al final, Revuelta entró en la casa con siete años y no se marchó hasta que cumplíó 28. Llegó para pasar los veranos de su niñez y salió como una mujer casada.

Solo queda el recuerdo

Hay quien dice que no es bueno volver a donde se fue muy feliz. Que es mejor que ciertas cosas se queden en la memoria. Es lo que ha pasado con la casa de Valencina: cuando los padres de Raquel se separaron, vendieron la propiedad y nunca más ha vuelto a entrar en ella. «Alguna vez he pasado por allí y he bicheado un poco, me da mucha melancolía saber que era mi casa y ya no lo es». Pero se aferra a lo que le queda: «Guardo muchos recuerdos preciosos».

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