El japonés que coleccionaba tatuajes arrancados de cadáveres

Fukushi Masaichi comenzó a interesarse por esta afición tras descubrir que la tinta inyectada en la piel resultaba beneficiosa para las lesiones dérmicas provocadas por la sífilis

Madrid Actualizado: Guardar
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El mundo y sus excentricidades. Un breve vistazo basta para sorprenderse sobre la cantidad de profesiones o aficiones curiosas que existen alrededor del planeta.

Desde hace un tiempo, y paradójicamente desde que la tecnología ha irrumpido en la cotidianidad, las tendencias han variado y los tatuajes han provocado la sustitución de la tinta en papel por otro medio, la piel. Aunque muchos puedan pensar que ya se ha visto de todo, nada más lejos de la realidad. El grabado corporal se ha extendido desde el típico antebrazo a las zonas más inverosímiles, como el ojo. Pero ahí no queda la cosa.

Hace ya tiempo que existe una empresa que se dedica a satisfacer las interesantes inclinaciones de sus clientes, y retira los tatuajes de los fallecidos, ya sea para que los familiares guarden un 'original' recuerdo del difunto o para enmarcar. Lo dicho, hay gente para todo.

Precisamente, enmarcado es como el japonés Fukushi Masaichi (1878-1956) tiene 2000 tatuajes, y aunque le pertenecen legalmente, ninguno es suyo.

La curiosiad del médico nipón comenzó cuando descubrió las propiedades de la tinta sobre la piel y cómo esta podía llegar a ser beneficiosa para las lesiones dérmicas provocadas por la sífilis. A partir de ahí comenzó a arrancar las partes tatuadas de cadáveres... y a coleccionarlas.

A pesar de su inquetud por los efectos de la tinta sobre la piel ya desde principios del siglo XX, nunca se tatuó, ya se sabe, «no muerdas la mano que te da de comer». Esa curiosidad, prácticamente vocacional, le llevó incluso a profundizar en el 'irezumi', el arte japonés de tatuar, que a su vez le motivó para comenzar a extraer los trozos tatuados de los cuerpos de la morgue.

Como todas las extravagancias, se engrandecen con el paso del tiempo. Es habitual el rumor que asegura que incluso llegó a remunerar a pacientes instándoles a finalizar unos tatuajes que posteriormente, tras sus muertes, guardaría. Sí, suena un poco macabro.

El catálogo de su colección incluye 2.000 tatuajes y 3.000 fotografías. Las imágenes, desafortunadamente, se extraviaron durante la Segunda Guerra Mundial, no así los tatuajes, que guardó a buen recaudo en los años 40 en un refugio antiaéreo.

La revista 'Life' llegó a dedicarle unos reportajes cuyo contenido gráfico no es para todos los públicos. Ahora, la Universidad de Tokio los preserva en 105 cuadros. También el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Portugal, con sede en Lisboa, que tiene 70 ejemplares.

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