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Inquietud en Sanlúcar ante el aumento de las importaciones de patatas de Egipto

agricultura

Las cooperativas aseguran que de momento no se han visto afectadas de forma directa pero temen que la llegada de un producto más barato afecte al volumen de negocio y al precio

Patatas de Sanlúcar cultivadas en arena. L. V.
Álvaro Mogollo

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El pasado 25 de abril se celebraba en Sevilla el VI Congreso de la Patata Nueva de España, una cita en la que el sector analizó la situación productiva y en la que la gran preocupación fue el aumento exponencial de importación de este tubérculo proveniente de Egipto.

Una de las grandes referencias nacionales de la patata es Sanlúcar, que debido a su cultivo en las arenas finas de la Algaida, goza de un prestigio en el mercado gracias a sus cualidades diferenciadas y muy valoradas por el consumidor.

El aumento de la llegada de patatas desde el norte de África, que Asociafruit cifra en una subida del 600% en 2023, preocupa en las cooperativas sanluqueñas, aunque de momento se trata de una inquietud a futuro más que una situación que les esté comprometiendo en la actualidad.

«Hay una incertidumbre porque no sabemos qué vamos a pasar con la patata. Nos preocupa, por supuesto que sí», cuenta Juan Manuel Rodríguez, presidente de la cooperativa Frusana. En función de la cantidad de producto que llegue, podría afectar al precio y al volumen de negocio, añade.

David Arias, gerente de la cooperativa Virgen del Rocío, explica que Egipto nunca ha sido un país importador de patata en España, sino que habitualmente ha vendido su producto en países de Asia como India o China. Sin embargo, desde la guerra de Ucrania y la tensa situación en Oriente Medio donde se están produciendo bombardeos en el Mar Rojo, han optado por exportar a Europa.

«Es una gran competencia porque ofertan unos precios bastantes más económicos puesto que tienen costes de mano de obra muy baratos y pueden utilizar productos que aquí no», indica Arias sobre lo que supone la patata egipcia en el mercado español.

De momento, esta coyuntura no ha afectado de lleno porque cuando más patata extranjera ha llegado ha sido en meses como enero o febrero en los que la oferta nacional era escasa, de modo que ni siquiera se ha vendido excesivamente barata.

La baza de la patata sanluqueña es la fama y buen nombre del que disfruta por ser cultivada en arenas finas, lo que le hace tener un sabor más salino y crecer con una textura distinta: «Tenemos nuestro prestigio, nuestro mercado. Es prácticamente conocida en España entera como un producto de calidad», argumenta Rodríguez.

«Tiene un sabor en la cocción y una uniformidad que es reconocida por todo el mundo. Hay que tener claro que una patata de conservación, que viene de ultramar, nada tiene que ver con una patata que se está recolectando hoy y mañana está en la boca del consumidor», añade el responsable de Frusana.

El consumidor valora la calidad del producto, pero no deja de mirar el precio: «Estando la economía como está con los sueldos, el nivel de vida y que vale todo mucho dinero, teniendo una calidad aceptable, mucha gente se va al precio», explica Arias sobre la competencia. «Sí que hay clientes muy fieles por el valor añadido, que hasta se ve que nuestra patata está recién cogida porque lleva la arena. Y eso no puede aportarlo una patata procesada ni de conservación».

La mayor incertidumbre con la nueva campaña de la patata está en ver cuánto produce el mercado nacional y qué cantidad llega desde fuera, porque se antoja imposible competir con los bajos precios, indican desde Virgen del Rocío: «Hemos tenido supermercados que han dejado de comprar porque en los meses de diciembre y enero la patata de Sanlúcar estaba más o menos a 1,20 el kilo, que cuando le metes el gasto de envase, manipulación y demás, se va a 1,50, que es caro. Y si tienen patata de Egipto a 0,60, compran esa».

Sin embargo, como vienen denunciando los agricultores en sus reclamaciones de los últimos meses, los productos de terceros países no cuentan con las garantías que sí exigen a los que se cultivan en Europa, aunque sean más económicos: «Se quiere que tenga certificaciones de Europa, que sea producto de origen y que tenga precio de terceros países».

Algo parecido, aseguran, ha sucedido en los últimos meses con el boniato, otro de los productos en los que Sanlúcar es referente a nivel europeo: «El boniato se está perdiendo en la comarca por el que entra de Egipto y Sudáfrica», afirma David Arias.

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