Scorsese en seis gestos

La filmografía del cineasta puede describirse perfectamente en un puñado de pasos tan nítidos como pulcros, como su tratamiento de la violencia, la fe o su amor por el cine

Michael Scorsese es uno de los grandes directores de la historia moderna EFE
Oti Rodríguez Marchante

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Martin Scorsese es uno de los grandes maestros del cine actual. Recientemente galardonado con el Princesa de Asturias de las Artes 2018 , el cineasta, ganador del Oscar a Mejor Dirección en 2007 por «Infiltrados», posee un sello de lo más reconocible . Una marca personal que incluso puede desgranarse en seis nítidas claves:

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Martin Scorsese

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El otro gran retratista neoyorquino, pero desde su esquina del barrio de Queens (a distancia de la de Woody Allen). Scorsese ha fotografiado el nacimiento de la ciudad, su violencia, su música, su inocencia, su esfínter y hasta sus colmillos. Por un extraño orden cronológico, el diverso e inclasificable estilo de Scorsese ha envuelto la ciudad en «Gangs de Nueva York», «La edad de la inocencia», «Malas calles» y «Taxi Driver» ; el musical «New York, New York» y «El lobo de Wall Street».

Rasgo característico de Scorsese, su tratamiento de la violencia, su potente vistazo al mundo, tanto sea en sus postales urbanas, con los tipos y ambientes de los arrabales de la ética, como en «Uno de los nuestros» o «Casino» , o en su tratamiento de personajes magníficos, como su Jake La Motta o los jesuitas de «Silencio», o el Carnicero Daniel Day Lewis en «Gangs de Nueva York». Actores como De Niro o Joe Pesci han esculpido sobre las tablas su decálogo sobre la violencia sin apenas sutilezas.

Extravagante de vida y obra, Scorsese no ha podido ocultar en su filmografía sus obsesiones y creencias, y nos ha ofrecido pruebas de ellas en películas tan polémicas como «La última tentación de Cristo» , donde, junto al complicado guionista Paul Schrader, sugiere las pulsiones terrenales de Jesús de Nazaret; en «Kundun» se lanza a por el Dalai Lama con un interés tan humano como político. Y en «Silencio» mezcla religión, violencia, suplicio y metafísica con el poder abrumador de su cine.

Sin duda uno de los grandes directores de la historia, pero, sin comparación, el más cinéfilo que ha existido . Perteneciente a una generación que le cambio la rueda al vehículo del cine (a la de Spielberg, Coppola, Lucas y De Palma), es un conservador riguroso de la memoria clásica, un coleccionista de grandes momentos del Séptimo Arte, y sus documentales «Il mio viaggio in Italia» o «Un viaje personal con Scorsese a través del cine americano» son todo lo que uno tiene que ver para amar el cine.

Sólo alguien borracho de sabiduría y entusiasmo puede hace una obra como «La invención de Hugo» , una carta de amor a la esencia del cine, un canto a Méliès, un elogio al pionerismo. Y a la sabiduría y entusiasmo le pone osadía al (re)hacer esa obra maestra que es «El buscavidas» con tanto sentido, acierto y respeto. No siempre acierta, pero sí apunta, como en «El cabo del miedo» (30 años después que la de J. Lee Thompson) o en su visión Hollywood de Howard Hugues en «El aviador».

La relación de Martin Scorsese con el Oscar podría resumirse con el título de una de sus películas menos celebradas, «¡Jo, qué noche!». Se puede decir que las grandes obras maestras de Scorsese, «Taxi Driver», «Toro salvaje» o «Uno de los nuestros» han sido testigos de cómo volaba el Oscar a otras manos. Ocho veces candidato al de mejor director , y por fin lo ganó con «Infiltrados» que calcó de una de Hong-Kong titulada «Infernal Affairs», que también ganó el de mejor película.

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