LA ALBERCA

La Policía es mala

Podemos ha confirmado en Lavapiés que están convencidos de que el pueblo es tonto

Altercados acaecidos en el barrio de Lavapiés la semana pasada EFE
Alberto García Reyes

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El delirio incesante de Podemos ha sobrepasado su propia cota de miseria ideológica en Lavapiés. El glosario de contradicciones de estos salvapatrias supera ya cualquier límite de la sinrazón y se adentra con paso firme en los terrenos de la desvergüenza ética. Porque mientras se empeñan en mancillar a quienes supuestamente han utilizado el dolor de las víctimas para defender la prisión permanente revisable, usan la muerte natural de un inmigrante para atacar al propio sistema. Hay podemitas que han denunciado en las redes el presunto machismo y racismo de quienes se han desahogado contra Ana Julia Quezada, la asesina del pequeño Gabriel. Los mesías de este falso buenismo acusan a España de facha y anuncian, con vomitiva altanería moral, que van a curarnos nuestro error. Pero es tan grosera su soberbia que se están quedando solos a escuchar su eco. Juan Carlos Monedero, que es un inteligente peligroso, asegura que los manteros que se buscan la vida por el barrio madrileño están siendo oprimidos por el Estado español y que el inmigrante que murió de un infarto ha sido víctima de la represión policial. Asqueroso todo. Porque Monedero sabe bien en qué países del mundo están los verdaderos oprimidos. Y de esa miseria ha obtenido él unos suculentos beneficios económicos. Su hipocresía es tan sórdida que avergüenza. En determinados países que son muy de su agrado, la Policía no dispara bolas de goma para reducir una algarada, sino balas a quienes acuden a manifestaciones pacíficas. Los estados que oprimen a esos inmigrantes son los suyos propios, razón principal por la que se han marchado. Y España los acoge con una política que podrá ser mejorable, pero que es infinitamente mejor que la de los paraísos en los que se inspira Podemos.

Esta polémica tal vez se resuelve con proposiciones sencillas. Si España es represora y maltratadora, que la asesina de Gabriel sea ajusticiada y encarcelada en su país, la República Dominicana. Por mí no hay problema. O que los manteros de Lavapiés extiendan sus productos en las aceras de Dakar. Claro que las inmundicias ajenas no justifican nuestros defectos, pero evidencian la demagogia de quienes sólo ven la paja en el ojo del contrario y no la viga en el propio. España es un país con unos altísimos estándares de bienestar, donde los derechos humanos están garantizados y las libertades fundamentales no corren ningún peligro. Conviene aclarar esto porque cuando uno atiende a las quejas de los libertadores de Podemos tiene la impresión de que vive en la jungla. Se pueden mejorar muchas cosas y hay que aspirar a ello, sí, pero no ensuciando el honor del país con engaños. Si en Lavapiés la Policía es mala, ¿por qué era buena cuando los podemitas fueron acosados en su asamblea de Zaragoza? Entonces reclamaron la presencia de los agentes por una razón: en las dictaduras, los sátrapas no tienen cuerpos de seguridad, sino guardias pretorianas. Cuidado. Quieren colarnos este despotismo con el viejo cuento de paz y amor. Porque otra de las condiciones intrínsecas de los caudillos es pensar que su pueblo es tonto.

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