LA TRIBU

La perfección

La bulla nace aquí, en estos días; aquí, en estos días, aprende a ser perfecta. Nada es improvisado, todo va en la sangre, en la memoria

Las numerosas bullas en Sevilla anuncian la inminente llegada de la Semana Santa NIEVES SANZ
Antonio García Barbeito

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Como las tiendas, los lunes por la mañana, cuando empezaron a cerrar los fines de semana: bulla de mujeres corriendo para comprar la vianda del marido y de los hijos, que no podían irse al campo sin algo que llevarse a la boca. Como las panaderías, aquellos días que se iba la luz y la gente hacía cola hasta que saliera una hornada con la que poder tirar ese día, cuando el pan era el pan, cuando el pan lo era casi todo. Como en los anuncios de rebaja, entonces, cuando en los pueblos se creían que en las tiendas de la ciudad daban duros a dos gordas y en el último autobús de la noche volvían las mujeres como si fueran una tribu de manteras, cargadas con cien cosas de las que apenas si les servirían diez. Así, por este febrero que ya nadie aguanta como tal, al que hay que empujar, que la Semana Santa cae muy baja y se nos vienen encima los días clave. ¡Que no llego, corre, corre…!

La primera bulla es una inmensa bulla que se convierte en cincuenta, así en los pueblos como en la capital: que si un traslado, que si un besamanos, que si un triduo, que si un estreno, que si… Todo es un ir ensayando, todo es un ir como jugando a hacer y en verdad se está haciendo. No lo llames ensayo, que aquí no se ensaya nada, todo lo que se hace, se hace como si fuera ya la vez que vale, la definitiva. Has visto a costaleros llevar un paso cargado con sacos de arena y comportarse como si el paso llevara encima los titulares de la hermandad. Y has visto a bandas tocar en un descampado como si acabaran de entrar en la Campana, y has visto a saeteros ensayar en su casa como si ya estuvieran agarrados a un balcón de la Madrugá. Bulla en todo. ¿Ensayo? No, estreno. Pequeños estrenos, en todo. Esta bulla que va, que viene, que entra, que sale, bulla de dedos que huelen a incienso y a agua bendita, bulla de manos que huelen a plata, a manto, a flores, a madera de trasera o delantera de paso, bulla de gente que se viste como si ya fuera el día, es la función, no un amago. Te dicen que están preparando esto o lo otro; te dirán que van a ir a un traslado; te podrán decir que van a probar no sé qué, y aunque sea verdad, la verdad es otra: están haciendo lo que volverán a hacer dentro de unas semanas, pero no lo llaman definitivo para excusarse ante sus propios espejos. La bulla nace aquí, en estos días; aquí, en estos días, aprende a ser perfecta. Nada es improvisado, todo va en la sangre, en la memoria, como un manual no escrito. Y cuando la gente después ve en la calle el espectáculo que ve, no se explica tal perfección. No sabe la gente que aquí la perfección está probándose diariamente.

antoniogbarbeito@gmail.com

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